Al sol que más calienta

Los humanos saltamos de una piedra a otra buscando el sol que mejor convenga

Nos ha tocado vivir una época donde el clima acapara titulares de diarios y ocupa muchos minutos en la televisión. Las sequías junto con las profecías de inviernos fugaces, sometidos a un perpetuo verano, llenan el espacio informativo. Pero hay un fenómeno que, con independencia de la situación climática, se proyecta a través del tiempo. Hoy, igual que ayer, tanto en la actualidad como en la era glacial, han existido criaturas que se arriman al sol que más calienta.

Los lagartos, especies de sangre fría, buscan la soleada piedra de turno que les proporcione el calor que necesitan para seguir viviendo. Pero los humanos, siempre más evolucionados, hemos perfeccionado un método más refinado. Somos capaces de saltar de una piedra a otra buscando el sol que mejor nos convenga en ese momento. ¿Cuántas veces no se nos han acercado personas que antaño nos despreciaron? ¿O cuantas veces no hemos escuchado boquiabiertos un cambio radical de criterio basado en las nuevas circunstancias? Y es cierto que errar es de sabios. Pero cuando el bandazo se basa más en la conveniencia que en el autocrítica reflexiva tenemos delante a un individuo que se afana en acaparar, a codazos si hace falta, el sol que más le reconforte en ese instante. La mentira y la hipocresía inundan nuestras vidas. Ya nos parece pasable el político que menos miente, el que menos roba. Ser consecuente está pasado de moda, la honestidad cotiza a la baja y los valores claudican pronto frente al interés individual. Hemos normalizado el engaño y la falta de principios, relegando la integridad y la coherencia a un segundo plano. Un sol genera una sola sombra. Pero si buscamos con frecuencia el sol que más calienta no haremos mas que multiplicar las sombras de nuestro interior hasta que, finalmente, estas nos acaben engullendo.

La idea de detenernos, de cuando en cuando, y examinar nuestras motivaciones a través de un ejercicio de introspección no es nueva, por supuesto, ha sido sugerida por muchos pensadores a lo largo de la historia. Uno de los más incisivos en esta idea fue Sócrates. Su famoso lema “conócete a ti mismo” destaca la importancia de entendernos para, a través de la virtud y la excelencia moral, alcanzar la realización. Solo así, desde la coherencia, podremos evitar que nuestras propias sombras nos devoren y consigamos encontrar un equilibrio entre el calor del sol y la frescura de la verdad.

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