Caballero Bonald pone como título, al volumen en que reúne la que él desea que constituya su obra poética completa, Somos el tiempo que nos queda. Ortega y Gasset, desde una perspectiva menos poética por más filosófica, sostuvo: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Reunidas ambas representaciones de lo que somos, tal entidad resulta de la obra del tiempo y de la determinación de las coyunturas. A Ortega se le dispensa la inconveniencia de que una definición incluya la cosa definida -el yo-, y el tiempo de Bonald no debe resultar la materia o razón de la vida, separada de los vivientes destinatarios de su curso, sino el tiempo que estos -los mortales por propia razón del tiempo- hemos de ocupar con provechosas razones, bastante más allá de dar tiempo al tiempo; es decir, emplearlo como mejor corresponda al vivir personal y social. ¿Viene lo antedicho a propósito de esta monumental fachada, convertida en pliego de mayúscula escritura -tómese el doble sentido-, o de las dos adornadas colgaduras en los balcones? Ya que el tiempo que nos queda siempre tiene término, dejar constancia de las circunstancias de su paso y representar simbólicamente en qué se ocupó es una manera de posteridad, después de haber estado y ya no estar.
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