Parece que los recuerdos se desvanecen tan rápido como interesa, como si no tuviese ahora ningún sentido seguir precavidos, pero no es así.

Ya hemos sacado de nuestros archivos muchos pacientes , nos queda su imagen, hemos compartido tantos momentos con ellos, que una parte de su vida sabemos que se ha quedado para siempre entre las paredes de nuestra consulta y luego su voz, desde el teléfono, hasta que nos han ido dejando, la mayoría antes de lo que esperábamos .

Y no los olvidaremos nunca.

Este virus nos deja marcados para siempre. A los pacientes y también a los sanitarios.

Las salas de espera van recuperando el ruido de antes poco a poco, aunque seguimos conteniendo las ganas de dar un beso a los más frágiles, porque somos conscientes de que esto no ha terminado y les sonreímos arrugando la frente, intentando que les llegue nuestro cariño.

Es bueno recordar y es necesario. Los sanitarios hemos sido admirados, pero también hemos sido injustamente colocados en el muro de las lamentaciones de todos; la puerta a la que golpear, la oportunidad de gritar esa rabia que nadie quería oír…

Pero es momento de mirar hacia adelante, y sobre tanta tristeza, sacar lo mejor de nosotros mismos, avanzar, pero con cautela, confiando en las recomendaciones sanitarias, haciendo un esfuerzo por ponernos en el lugar de los otros , los que no están vacunados, los que aún no sabemos cómo van a evolucionar si enferman .

Respeto, por favor, aún no hemos llegado a la meta ... y probablemente haya otras .

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