Quien lleve leyendo esta columna durante los últimos trece años conocerá el espíritu crítico del que suscribe, que tras mucho tiempo en esto del fútbol aún no ha entendido eso de "ahora toca animar, las críticas, a final de temporada". Luego llega el final de temporada, se remozan las plantillas y si te he visto no me acuerdo. Cosas de palmeros, respetables, por supuesto. Pero sin ambición es imposible crecer. Por no hablar de la risa que produce eso de que en los momentos críticos no se puede molestar a los jugadores con comentarios de aficionados, artículos de periodistas o entrevistas concedidas a los medios de comunicación. Excusas de la burbuja en la que viven.

Expuesto esto y entendiendo los argumentos de quienes piensan que lo ideal para que el Almería ponga fin a su racha de cuatro puntos de los últimos 21 es prescindir de Rubi, este periodista estará hasta el final con el técnico nacido en Barcelona y criado en Vilasar de Mar. No porque fuese el técnico que logró el tercer ascenso del Almería a Primera División ni por tener que mantener siempre a los técnicos que comenzaron la temporada. De hecho, él siempre ha tenido la espina de no acabar la temporada con ningún equipo con el que comenzó en la máxima categoría. Ojalá le dejen hacerlo en el Almería por dos principales razones. Rubi no es ni mucho menos el responsable de la plantilla que le han confeccionado, una plantilla formada con uno, dos y más de tres jugadores con una juventud considerable y sin apenas experiencia en Primera División, incluso en el fútbol español. Y la segunda, aunque suene a tópico, es la de los guarismos generales, con cifras esperadas a principio de curso y con un equipo -con una gran personalidad- que a pesar de la racha actual y de sus nefastos números fuera de casa, está más que inmerso en la pomada por la permanencia. Pero Dios me libre de ser palmero...

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