Autobuses

El calor de las paradas de autobús es más intenso dado que las marquesinas son escuetas, y eso sí las hay

Desde un autobús urbano todos los edificios nuevos son iguales. Los antiguos, no. Cada uno tiene sus formas, mugre e historia característica. En los nuevos todo es blanco, gris, recto y limpio. Como una imagen de un modelo de simulación en 3D, la fachada que se ve en el ordenador es la misma que se ve en la realidad porque dentro no tiene absolutamente nada. Desde un coche y conduciendo en la ciudad no lo notas porque estás pendiente de conducir, de la radio, de los mensajes de móvil y de todo en general menos de los edificios. Estás pendiente de no incumplir ninguna norma a cada metro que avanzas, porque en cada metro hay miles de normas que cumplir que te pueden llevar al infierno civil o penal, el coche de delante que se puede parar de forma sorpresiva, el paso de cebra por que que aparece un peatón sin que te des cuenta y el atropello supondría el caos y el absoluto total de tu vida, sin remisión. Piensas en llegar a tiempo o te distraes con la música de fondo o lo que retransmite la radio en el aparato reproductor compacto que ya solo puede funcionar según sus reglas. En el autobús urbano todo es diferente, no tienes que estar pendiente de nada, si atropellas o no o si llegas o no porque nunca será culpa tuya y nunca podrás cambiarlo, no puedes pisar el acelerador, ni cambiar de marcha, ni nada, es el conductor el único que se enfrenta al infierno del tráfico en la ciudad. Y no es un viaje placentero, siempre llenos, y dando tumbos debido a las prisas, no es el trenecito turístico. Se ha sumado a la locura de llegar a su destino con los minutos y segundos exactos. Hasta hay una aplicación que te dicen que le faltan 3 minutos, 4 minutos, 5, que imprime el desasosiego también a esta forma de moverse. El calor de las paradas de autobús es más intenso dado que las marquesinas son escuetas, y eso sí las hay. En un sitio donde el sol es abrasador cada vez hay menos sombras. Intente buscar una en algún sitio. Todo es incómodo y perturbador, el ansia de no pasar tu parada, mientras todos absortos esperan su destino. Olvídese de leer el periódico tranquilo en un autobús, o en ningún sitio, hará viento, sol, calor, frío, ruido ensordecedor o algo que lo impida. Y cuando no, el reloj te amenaza, los mensajes, las llamadas, los mails. El autobús solo te permite ver los edificios de diseño todos sacados del mismo bloc de dibujo, fríos, inertes, rectilíneos, vacíos.

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