El "qué", el para "qué" y el "quién"

Lo fundamental en el análisis de una decisión política es la decisión en sí misma

"Poner el carro delante de los caballos" es una expresión se usa para denunciar un error manifiesto en un proceso. Es algo así como poner en práctica algo parecido a lo de "el primero será el último, y el último será el primero", sentencia evangélica. A primera, y a segunda vista, diríamos que es actuar contra la lógica. En un proceso razonable, la secuencia de actos cuando se trata de evaluar las decisiones políticas debería ser la siguiente: el "qué", el "para qué" y, por último, el "quién". Supongamos que un gobierno decide subir o bajar los impuestos. Es una decisión de corte político como podrían serlo muchas otras. Cualquiera que estuviera interesado en la vida pública tendría que escudriñar el alcance de la decisión, entre ellas las consecuencias que se siguen. Uno podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con esa decisión porque le parezca injusta; o es una especie de expolio; o la considera una necesidad para el bienestar general; se puede recurrir a cierto principios (sacralidad de la propiedad privada, función social de la propiedad, por poner dos ejemplos) y atacarla o apoyarla. Lo fundamental es la decisión en sí misma. En segundo lugar, se puede analizar cuál es la intencionalidad del político que toma esa decisión. Así se puede aducir buscar el bienestar de los ciudadanos, o sencillamente mantenerse en el poder, actuando demagógicamente. En último término se puede mirar más directamente al autor de la decisión, al político de turno. Esa es mi percepción de cómo se debe actuar en el ámbito del análisis, tanto de los políticos profesionales como de los analistas. Dadas estas premisas, se puede comprender que me sienta profundamente decepcionado cuando contemplo el panorama de la casi totalidad de los que hablan de los asuntos públicos. Observo que la primera actuación es considerar quién es el autor de la decisión. Para aplaudirla o para denostarla. Si lo ha dicho el líder, bien; si lo ha dicho el "antilider", entonces repudio y rechazo. Es una actitud que se da más entre los oponentes que entre los partidarios. Tratan luego de comentar las posibles intenciones del gobernante (que casi siempre considerarán espurias). Finalmente, si queda tiempo o si quedan ganas, se habla de la decisión en sí misma. Pero se han gastado tantas fuerzas en los preliminares que casi nunca tiene su turno. Lamentablemente, todo esto desemboca en un puro enredo. Lo del carro y los caballos.

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