Bárbara economía

Decir que es "consustancial a los productos del campo que los precios sean inestables y no sean suficientes" es una barbaridad

Voy a incidir en los temas del campo. Si me consideran algo pesado, lo siento. Pero no puedo dejar de reaccionar ante unas declaraciones del Consejero de Agricultura del Gobierno de Aragón sobre economía agraria. Quiero resaltarlas porque pueden ser un índice de lo que puede pensar más de un político sobre los problemas del campo, y en concreto, sobre la cuestión de los precios. Dice el tal político que es algo "consustancial a los productos del campo que los precios sean inestables y no sean suficientes". Lo de inestables, claro está: continuos vaivenes que dan una absoluta inseguridad a los productores. Y lo peor, que no sean suficientes, supongo que para amortizar los gastos de explotación y de la inversión en general. Ciertamente ambas cosas son dos hechos y, como dice el susodicho consejero, forman parte de la realidad a la que se enfrentan diariamente los agricultores, ganaderos e incluso los pescadores. Pero de ser un hecho a que constituyan la única realidad posible hay un abismo. Aludir a las leyes del mercado, con la famosa oferta y demanda, y considerar una irregularidad intervenir en el proceso me parece que defrauda las expectativas de quienes se dedican al sector primario de la economía. Y, además, un desacierto. La oferta y la demanda pueden autorregular el mercado cuando hay un cierto equilibrio entre las partes, y entre las condiciones en las que se mueve cada una de ellas. Pero cuando el desequilibrio es tan fuerte, como sucede en estos casos, a favor de la demanda, entonces es una irresponsabilidad mantenerse al margen. Mostrarse preocupado por que haya movilizaciones en busca de una solución al problema cae fuera de la lógica política. Las subvenciones tratan de aliviar el problema. Constituyen un reconocimiento de la existencia del problema y tratan de obviarlo. Pero pienso que intervenir en los mercados en apoyo de los agricultores podría eliminar el asunto de las subvenciones que algunos, dentro y fuera del campo, consideran una especie de limosna y devolvería la dignidad a todos aquellos que nos dan de comer, en el sentido estricto de la expresión. Yo no pediría la dimisión del consejero, porque no es una opinión individual suya; en cuanto constituye una forma general de considerar la situación exige un total cambio de perspectiva en la política agraria. Y también una forma distinta de la valoración por parte de la ciudadanía de la actividad del campo.

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