El señor Martínez Almeida ganó las elecciones al Ayuntamiento de Madrid con un programa que incluía una propuesta fundamental: mandar a hacer puñetas el plan Madrid Central que el anterior equipo de gobierno acababa de establecer con objeto de luchar contra la exagerada contaminación del centro de la capital, mediante la limitación del tráfico rodado privado. Como siempre, el principal medio para hacer cumplir esa norma eran las multas a los infractores contaminadores. En aquel momento, como es obvio, la oposición (PP y Ciudadanos) se opuso como su propio nombre demanda y es su obligación, con razón o sin ella, tal como reza el credo de la Legión. Y como es natural también, en cuanto agarró la vara de mando empezó a desmontar el plan anticontaminación de Carmena, empezando por lo que tenía más fácil: quitar las multas. No pudo porque se le echaron encima algunos jueces. Y a renglón seguido llegó una denuncia de la Comisión Europea contra España ante el Tribunal de Justicia Europea de Luxemburgo por infringir la directiva de calidad de aire. En esto, los chilenos tienen que renunciar a la organización de la Cumbre Climática, y el Gobierno español se ofrece para montarla en horas veinticuatro. La Cumbre se ha trasladado a Madrid, y de aquí la caída del caballo del ínclito alcalde Martínez, su conversión del negacionismo extremo al ecologismo militante. Vean algunos párrafos del bando que publicó el 22 de noviembre: "conjugar el crecimiento sostenible de todas las naciones (…) con el cuidado de nuestra casa común (…) nuestra generación (…) es una administradora que tendrá que rendir cuentas a las generaciones futuras por su gestión de los recursos naturales. Nuestra ciudad, como no puede ser de otra manera, asume este reto compartido de alcanzar la sostenibilidad en el uso de los recursos y cuidar de nuestro medio ambiente. Consumir de forma responsable, optimizando el uso que hacemos de recursos tan necesarios como agua, la energía, o los alimentos, elegir el medio de transporte menos contaminante…". ¡La Virgen! Ahora aboga por el transporte público. ¿Dónde ha quedado su defensa de la libertad individual de coger el coche donde y cuando nos dé la gana? También ha dado un discurso ejemplar en la Cumbre, lo mismo que otros conspicuos ecologistas como las empresas eléctricas. Dios, ¡qué fácil se cambia el personal la chaqueta en estos tiempos de tiendas "low cost"!

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