Culpables, responsables, desorientados

Y el virus sigue campando a sus anchas, y se expande y conquista. Y nos falta un vientre y poder asirnos a él como decía Miguel Hernández: "menos tu vientre todo es confuso"

Q UE las cosas no van bien es algo evidente. Las ediciones del Guinness de los récord tendrían que publicarse a diario porque día tras día se van superando los contagios. Esto es un no-parar y parece que no hay manera de tascar el freno, expresión adecuada por cuanto el virus parece ser algo así como un ser viviente. Es como si el virus estuviera a sus anchas, al albur, sin límites, y nosotros miráramos perplejos como si estuviéramos contemplando, impotentes, un torrente súbitamente crecido o las ruinas de un terremoto o esperando a que amaine la tormenta. Y se exige: "Que alguien haga algo". Y en esta situación no surge "alguien" sino "alguienes" (perdón) que tratan de enfrentarse al problema, o simplemente lo eliminan. Y los que lo eliminan dicen "que no pasa nada", que todo es un invento para controlarnos. Y los que asumen que hay un problema serio y un riesgo grave para la salud y la economía empiezan a proponer medidas que raramente, por no decir nunca, satisfacen a todos. Los motivos de los desacuerdos son de lo más variado, desde distintas aproximaciones científicas a intereses partidistas más que penosos. Y en medio de esta barahúnda nos encontramos los ciudadanos. Y no tenemos claro a quién hacerle caso porque para mayor abundamiento empiezan las disensiones en torno a la validez de las vacunas y a posibles efectos secundarios. Y seguimos en medio sin tener plena confianza en nadie y actuando en ocasiones de modo egoísta siguiendo lo que al parecer nos interesa más. Y aprovechamos la falta de rigor en las medidas y los desacuerdos para estirar la manta y no solo llegamos al límite, sino que, aprovechando la laxitud de las medidas, las rebasamos; y así llegamos a la situación actual. Y a la vista del panorama empezamos a buscar culpables. Nosotros, lo medios y los políticos. Por supuesto, nadie asume su culpa y atribuye a los demás que no se pueda controlar el virus. Que usted no prohibe; que usted no sigue las normas; que usted no fue capaz de dar mensajes claros y rotundos sobre la gravedad de la situación; que ustedes tienen miedo a ser más rigurosos porque no quieren perder votos o no ganar los suficientes… Y así podemos seguir ad iinfinitum. Y el virus sigue campando a sus anchas, y se expande y conquista. Y nos falta un vientre y poder asirnos a él como decía Miguel Hernández: "menos tu vientre todo es confuso". Y todo es confusión. Todo es confuso. Como este escrito.

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