Dichosos lenguajes soeces

Hay determinados aspectos dentro del mundo de la comunicación, política y no política, que me desagradan

No puedo negar que me esté quedando atrás en determinados temas. Que no me acompaso a los tiempos. Pero hay determinados aspectos dentro del mundo de la comunicación, política y no política, que me desagradan. Se trata de la utilización cada vez más frecuente de un lenguaje soez cargado de expresiones malsonantes y en ámbitos cada vez más públicos. Uno, que fue criado en una tradición de lo que se conocía como "buena educación", que ni siquiera se atrevía a decir "leche" y no digamos otras expresiones más duras (recuerdo la amenaza del pimiento picante), se siente abrumado por la facilidad con la que se usan esas palabras, y otras peores, aunque tengo que reconocer que después me deslicé también por la pendiente del taco. Afortunadamente no suelen aparecer estas palabras en los medios de comunicación escritos, pero en la radio y en el cine su uso es cada vez más frecuente. No estoy muy seguro de cuál sea la causa y cuál el efecto, pero de lo que sí estoy seguro es de que se trata de un proceso que se retroalimenta: el periodista usa ese tipo de lenguaje porque es el que se usa en la calle, y en la calle se usa porque es el que con frecuencia se oye en los medios. La contaminación, sin embargo, no se detiene en los medios de comunicación, sobre todo deportivos, ni tampoco en las redes sociales. También es demasiado frecuente en el ámbito político. Y aquí la cosa ya es más grave. El insulto, sea con términos clásicos (por ejemplo "felón"), o con otras expresiones más modernas, es de aparición más que frecuente. Insultar se ha convertido en una especie de deporte nacional entre algunos políticos y los que tienen más significación difícilmente se libran de recibir tales epítetos. Decirle a un adversario político que es un traidor no es nada raro. Y tampoco tengo que irme muy lejos, ni siquiera de las columnas de este diario, donde he visto con excesiva frecuencia ese tratamiento. Es evidente que la crítica política, por políticos, periodistas o columnistas es no solo aconsejable, sino totalmente necesaria. Pero esa crítica, que debe tener un contenido razonable, ha de ser también asumible en las formas, en las palabras. Mal que me pese, sin embargo, esto no lleva camino de mejorar el lenguaje. Claro que, en vista de los contenidos de los "mensajes", tampoco es el mayor problema con el que nos vamos encontrando. Pero tal vez, si cambiamos las formas…

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