El caso es tener a la gente entretenida. No vaya a ser que piense. Para eso, las fiestas duran cada vez más hasta el punto de que se solapan unas con otras. No han acabado de desmontar la carpa del Oktoberfest cuando ya hay una ristra de tenderetes con la Feria del Oeste, que se solapará con la ruta de platos de cine. No nos hemos recuperado de las noches en negro y las también negras del Jalogüin, cuando ya se anuncia el viernes negro, en este caso de los números negros de la contabilidad de los tenderos. Tanto el Black Friday como la fiesta cervecera, aquí duran diez días, cumpliendo con la inveterada costumbre que iniciaron las cruces de mayo. Lo que en otros sitios dura un día o dos, aquí abarca dos fines de semana. Lo lamentable es que no podamos culpar de esto a la Iglesia Católica, que es la que siempre ha organizado las fiestas, con sus octavas correspondientes.

Ahora es el poder civil el que se encarga de organizar el 'panem et circenses', con lo que se retoma la tradición del Imperio Romano. Hay que tener al personal entretenido, como decíamos al principio. Con un poco de estrategia, las últimas fiestas del otoño enlazarán con las Navidades, es decir con las saturnales, que eran las fiestas del solsticio de invierno en Roma. Total, que tanto celta, tanto anglosajón, tanto moro, tanto vándalo y tanto visigodo, y resulta que estamos en las mismas, es decir, en la onda de la tradición latina, que es la que se apropió y adaptó la Iglesia y por eso ha llegado hasta nuestros días. Lo que pasa es que este festivaleo ha superado con mucho los ciclos festivos que teníamos hasta hace cuatro días. Había tres ciclos festivos: Semana Santa, Feria y Navidad, los dos primeros de una semana o poco más y el último dos: del 24 de diciembre al 6 de enero. En medio solo había alguna fiesta suelta, de un día 'pelado' y nada de puentes.

La abundancia festiva actual dicen nuestros mandatarios que es para beneficiar al turismo, al comercio de proximidad y a los servicios en general, aunque nos da la sensación de que los únicos beneficiados de verdad son los hosteleros. Eso sí, el público está entretenido, consumiendo tapas ('panem') y andorreando por las calles ('circenses'). Todo este montaje, aunque sea de poca monta, algún dinero costará. Aunque sea costa de recortes económicos en cosas más necesarias. Ya lo decía Gomaespuma: "Dinero no habrá, pero pa' tontás…".

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