Escipión en los Emiratos Árabes

En mis clases a veces explico esta estrategia y la llamo "argumento de Escipión"

Imaginen la situación. Aníbal, el gran general cartaginés, había derrotado a cuatro ejércitos romanos, habían muerto decenas de miles de soldados y se encontraba a las puertas de Roma, dudando si asaltarla o no. En medio de todo aquello, con la ciudad en estado de pánico ante los saqueos, violaciones, asesinatos y destrucción que podían venirse encima, Escipión decidió hacer una maniobra a la desesperada: se dirigió con las tropas que tenía contra Cartago misma, que llamó a casa a Aníbal para protegerla y allí, en las llanuras de Zama, Escipión acabó a la vez con Aníbal, con Cartago y con su futuro. Nadie podría nunca cosechar mérito tan grande como el de aquel hombre al que, poco después, le llovieron acusaciones de malversaciones, sobornos, cohechos y minucias así. Cuenta Aulo Gelio que la defensa de Escipión consistió en arengar al pueblo y recordarle que, en el aniversario del día en el que consiguió acabar con Aníbal, no tocaba hablar de aquello, sino subir al templo de Júpiter a darle gracias a los Dioses. Desde luego, se había especializado en responder a los ataques con acciones imprevisibles.

En mis clases a veces explico esta estrategia y la llamo "argumento de Escipión". Aparece cuando no se puede o no se quiere combatir una acusación: hace unos años, fue a propósito de la trama Gürtel; ahora, con la cuestión de las imprevistas e indefinidas vacaciones de Juan Carlos I en algún lugar del planeta de cuyo nombre no querían acordarse los que las conocían y que ahora ha resultado ser una democracia avanzada como la de los Emiratos Árabes Unidos. La nocturnidad con la que el Rey Emérito abandonó el país, la carta en la que manifestaba no querer que hechos de su vida privada afectaran a la Monarquía, la actitud de oscuridad informativa del Gobierno y la Casa Real, provocaron una evidente incredulidad, incertidumbre y hasta indignación.

No era extraño que viniera el debate nunca realmente abierto sobre la República y, llegadas ahí las cosas, tiempo faltó para una profusión de declaraciones de agradecimiento al Rey por los servicios prestados a España. No se hablaba del "in dubio pro reo" (eso fue hace un par de días), sino de no meterse con alguien que podía tener pecadillos mucho menores que los beneficios que le había traído al país. Por cierto, Escipión acabó sus días en el exilio, dicen que disgustado con la falta de agradecimiento de sus compatriotas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios