Allá por mayo, comentaba en esta columna que en algunos países la recuperación de la actividad, toda a la vez, estaba originando problemas para encontrar trabajadores. Por ello, habían recurrido a mejorar los sueldos, dar primas y bonus, e, incluso, el dueño de un hotel inglés tuvo que ponerse a fregar personalmente. Si, si, en persona.

Ahora resulta que en nuestra provincia también hay problemas para cubrir empleos en la hostelería. Salimos de la crisis de 2008 con un boom de empleo, cierto, pero concentrado en actividades con salarios bajos como hostelería y comercio. Y, ahora, en la salida de la crisis del covid, oímos que faltan trabajadores en, por ejemplo, la hostelería. Impresionante.

El salario es quizás el principal, pero no único motivo, de esa carencia. Recuerdo cuando fui obligado a asistir a un curso de motivación en el trabajo y obviando que el ponente nos dejó ver el libro que usaba, y resultó comprado en un mercadillo en Valencia en 1982, insistía en preguntar qué es lo que nos motivaba a trabajar. El sueldo, el sueldo, repetían los asistentes, ajenos al monumental enfado que se abría paso en el motivador. Total, que me dije, nos van a tener aquí hasta que demos con la respuesta correcta y se calienta la cerveza, así que adiviné: la vocación de servicio. Y pudimos irnos.

¿Era cierto? Pues claro que no, trabajamos por dinero. Quien diga que no, es que no quiere pagarte. No obstante, mejorar el salario hará que algunos establecimientos puedan contratar a mejores trabajadores, pero serán más exigentes en la selección. ¿Y el resto? Por una parte, ya que de hostelería hablamos, no es atractivo un empleo con horarios difíciles, jornadas extenuantes -también en esto pueden hacerlo más atractivo- y sujeto a una gran temporalidad. Por otro, muchos establecimientos salen de la crisis con tal debilidad que no podrían contratar más trabajadores si suben los sueldos.

Las empresas, al pagar más, elegirán a los que reúnan más capacidades y en menor número, de forma que quedará una bolsa de personas que no encontrarán empleo aunque haya puestos de trabajo sin cubrir -el fenómeno tan nuestro del paro estructural -y, por último, es un problema que puede dejar de serlo en otoño, cuando termine la temporada turística. No hay soluciones simples, pero mira, tal vez esto haga que el capital humano empiece a ser estimado que, en muchos casos, lo es menos que la máquina de tabaco.

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