Libertad Quijotesca

Hilda Molina. Una voz en Cuba

Hilda Molina, su vida, es un ejemplo de afán civilizador y autocrítica

En Ciego de Ávila, Cuba, vio la luz el 2 de mayo de 1942 la doctora, especializada en Neurología, Hilda Molina Morejón. Nació en el seno de una familia con solvencia económica fruto del emprendimiento, la educación y el trabajo. Hoy vive en Argentina con su familia, donde llegó en junio de 2009, después de quince años de estar prisionera por la dictadura castrista, que le aplicó su modelo de ejecución moral y encierro domiciliario con vigilancia y hostigamiento psicológico, emocional y material permanentes. No se le permitía trabajar. En un apartamento de La Habana vivía con su madre, Hilda Morejón Serantes, mujer de férreas convicciones humanísticas, reconocida diseñadora de modas de Cuba y fundadora de una escuela de corte, confección y diseño para estudiantes sin recursos económicos, que financiaba con los ingresos de su taller. A ellas les cortaban el agua y la electricidad en el piso, claro que para crear hostilidad con sus vecinos, primero cortaban el suministro en el barrio, luego en su calle, después en su edificio y por último, sólo en su domicilio. Todas las llamadas telefónicas con su hijo y nuera eran escuchadas e interrumpidas a capricho. Vivian de la exigua pensión de viudedad de su madre y de la ayuda de la familia que tenían fuera de Cuba. Sin ese auxilio habrían muerto de hambre. H.M. cometió un crimen imperdonable: contradecir a Fidel Castro y decirle que lo que estaba haciendo estaba mal, renunciar a su puesto como directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN) en 1994, que ella diseñó, también al puesto de Diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, una vez que su hijo el también médico Roberto Quiñones, salió de Cuba. A Fidel Castro no se le podía decir que no. Ella lo hizo. La odisea de la vida de H.M. no solo es una fuente de aprendizaje; es un ejemplo de afán civilizador, de cómo asumir fracaso, dolor y engaño. Caerse y volverse a levantar por un proyecto de vida. Tenía quince años cuando triunfó la revolución cubana y creyó, como la mayoría de su generación, en las promesas de libertad y justicia que pregonaba. Dice H.M. "Mi generación; nosotros lo dimos todo. Yo digo que mi vida cursó en el contexto de ese proceso. Nos robaron la vida pero nosotros dejamos que nos la robaran. Vimos nuestros sueños de adolescentes convertidos en escombros". Seguiré contándoles esta odisea.

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