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La presencia de jabalíes en las ciudades se ha convertido en algo común. Lo que hace unos meses, o algún año, era una novedad, un divertimento, momentos de sorpresa para los que habitan en las grades ciudades, ha mutado a un serio problema. El lunes, en estas mismas páginas avanzábamos el éxito que ha tenido la “guerra” que el Ayuntamiento de la capital ha declarado a estos mamíferos de gran olfato, capaces de encontrar comida allá donde se encuentre, sin importarles los kilómetros que haya que hacer: el caso es disponer de una despensa que les permita tener sus barrigas llenas.
La presencia de estos suidios en las sierra de la provincia es algo relativamente reciente. Lo mismo ha ocurrido con los ciervos, venados o cabras montesas. No fue hasta finales de los ochenta cuando se podía ver alguna de estas especies en las montañas de Almería. Hasta entonces los cazadores se habían conformado con abatir una liebre, cazar perdices, con reclamo o a la manera tradicional, y esperar la veda del conejo o las palomas. El cambio producido, imagino que en la búsqueda de multiplicar la fauna en nuestros montes ha traído, como todo, sus cosas buenas y alguna que otra menos buena. La caza mayor se ha convertido en Almería en un negocio, con batidas organizadas, que acaban dejando su dinero en restaurantes, hoteles y comercios. Hasta ahí, perfecto. Sin embargo, no contar con depredadores naturales ha convertido su presencia en casi una plaga. Ya no es poder verlos buscar alimento en contenedores a cualquier hora del día o de la noche. Destrozan todo lo que encuentran a su paso en los cultivos tradicionales de la provincia. Les da igual los brotes verdes de los almendros recién plantados que una hortaliza para el autoconsumo de decenas de vecinos de los pueblos de interior. Si las quiere conservar debe usted vallar sí o sí. Su permanente búsqueda de comida y su voraz apetito los lleva de un lugar a otro, si pensar en la distancia. El caso es que el estómago esté lleno para seguir amamantando proles y perpetuar la especie.
Valoro, como no podía ser de otra forma el esfuerzo municipal y el de otros ayuntamientos de la provincia en tratar de controlar la población. Pero mucho me temo que los esfuerzos tienen más de ejercicio de voluntarismo que de resultados reales. Hemos de aprender a convivir con ellos en la misma medida que tienes una mascota en casa. Así de crudo.
Y luego está el peligro que entrañan en las carreteras secundarias y hasta en las autovías. Encontrarte con una manada o un solo ejemplar y tratar de esquivarlo con el coche no es una opción. Y doy fe. Todavía sueño con el ejemplar que se cruzó en mi camino en la autovía hace cuatro años, destrozó el coche y salvé la vida de milagro. Así que sean capaces de reaccionar si los encuentran en su camino y prudencia, mucha prudencia y limiten el riesgo.
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