Jaula de grillos

La comunicación directa que establecen algunos políticos invita a dejar de escucharlos

Esto puede sonar a desahogo. Y es un desahogo. Porque estos son momentos en los que experimento una asfixia indescriptible. No creo que sea necesario decir que me interesa la política. Después de varios años de comunicarme con el público a través de este periódico habrá quedado suficientemente claro. Para cualquiera es evidente que las personas interesadas en cualquier materia deben mantenerse suficientemente informados. Y qué mejor que recurrir a los medios de comunicación para estar al día. Atenderlos no era una obligación; era puro interés. Ha habido muchos informativos y muchos debates y muchas entrevistas que he seguido con atención de las que he aprendido muchas cosas. ¿Y cómo es que ahora, desde un tiempo a esta parte, cuando aparecen políticos y algunos comentaristas apago la radio o cambio de canal? Desde hace algún tiempo procuro no entrar en bastantes de los comentarios que siguen a las noticias porque tenían muchos efectos, menos enriquecerme. Se puede pensar que esto se debe a las famosas fake news, por qué no. Pero es que ya no se trata solo de esos famosos equipos dedicados a difundir ese tipo de noticias. Es que la comunicación directa que establecen políticos invita a dejar de escucharlos. Es un coro en el que todos se acusan de lo mismo: todos dicen que los demás mienten; todos dicen que los demás son unos corruptos; todos dicen que los demás carecen de proyectos políticos. Y así uno ya no sabe quién miente. Se trata de un curioso problema lógico: si A dice que B miente, y B dice que A que miente, ¿estarán los dos diciendo la verdad? Y si los dos están diciendo la verdad, ¿no es curioso que digan la verdad mintiendo? Pero ya no es cuestión de juguescas. Porque la cosa es mucho más seria. Acepto que haya discrepancias en los juicios valorativos. Pero no está claro que haya discrepancias en torno a los hechos. A no ser que estemos ante un grave problema de lenguaje en tanto en cuanto la significación de las palabras está desembocando en el solipsismo. Aquí parece que cada cual nombra lo que quiere como quiere, pensando que el simple uso de una palabra será suficiente para transmutar los hechos. Y las cortes se han convertido en una cámara de reproches personales en lugar de promover acciones de gobierno o de criticar las políticas propuestas por el gobierno. Lamento este desorden, pero hoy no he escrito con la razón. A veces uno también la deja de lado.

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