Lejos de la utopía

¿Qué quedará si superpongo lo que creo que “debe ser” al panorama que me rodea

¿se estará quedando atrapado mi mundo en el mundo de la utopía? ¿Qué quedará si superpongo lo que creo que “debe ser” al panorama que me rodea? Cuando escribo esto, martes por la tarde, hay un enorme guirigay en torno a la convalidación de varios decretos-ley que responde a los más extraños intereses. Partía yo de la suposición de que el contenido de esos decretos iba dirigido a promover el “bien común”, o al menos, favorecer a la mayoría o, en última instancia, a mejorar la vida de los que más necesidades tienen. Si eso fuera así, seguía suponiendo yo, cualquier político de pro tendría que apoyarlas. Hasta ahí la rejilla que colocada sobre la realidad me diría cuáles son los puntos de coincidencia. Pero, o mi plantilla tiene los trazos equivocados, o este mundo poco tiene que ver con lo que tal vez sea mi utopía. Veamos cuál ha sido la reacción de la oposición. La más contundente es: “a Pedro Sánchez, al gobierno, ni agua”. ¿Por qué? Las palabras de Ayuso no dicen nada al respecto, pero me permito suponerlas. Quizá porque es pernicioso suprimir el IVA de los alimentos, o la prohibición de los bancos de cobrar comisiones en ventanilla, o las rebajas fiscales a la energía, o apoyar la rebaja al transporte. Si es así, ¿qué entienden por ayudar a los que tienen más necesidades o qué bien general querrían promocionar? A no ser que derrotar a Sánchez, compendio de todos los males, equilibre su negativa a promocionar aquellas ventajas generales. ¿Y qué decir de aquellos contempladores del propio ombligo, Junts, cuando quieren votar “no” porque ven peligrar la amnistía o porque no favorecen suficientemente sus concretas aspiraciones de forzar la vuelta de las empresas que se fueron por su causa? ¿O las salidas de Podemos queriendo llevar hasta el paroxismo algunas de sus reivindicaciones que tanto huelen a venganza, sin contemplar otras ventajas que se derivan de los decretos? Por el momento todos ellos están encastillados en sus posiciones. ¿Hay desajustes también entre mi plantilla y la actuación del gobierno? ¿Ha sido un acierto montar un gobierno tan variopinto? ¿Era viable coordinar tantos intereses dispersos y en ocasiones opuestos? ¿Era preferible forzar tanto las cosas antes que repetir elecciones? En todo caso, ¿a quién o a quiénes le está faltando cintura? Ante algunas de esas actitudes rememoro un dicho modificado: “Con tal de que tú te quedes ciego, que todos pierdan un ojo”.

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