Miedos

El sufrimiento ya no tiene sentido redentor, y prolongarlo carece de justificación

Escribía Heidegger que "el hombre es un ser para la muerte". Dudo que esa preposición "para" signifique que esa es la "finalidad" de nuestra existencia, sino más bien que sería el "fin" de la misma. Pero sea cual sea la interpretación más adecuada, es claro que la muerte forma parte indisoluble de nuestra vida. Y siendo como es una parte importante, pero solo importante, ni es de recibo la obsesión de los tenebristas, ni tampoco la banalización de las calabazas. Se exige más bien un tratamiento racional de todo lo que la rodea. Pero tal planteamiento puede parecer poco menos que imposible, porque todo lo que rodea a la muerte está trufado de miedos. Miedo al más allá (por si lo hay),

y miedo a cómo podremos vivir ese momento y a cómo ser tratados cuando la muerte se acerca. Y todas esas situaciones están relacionadas, sin duda, con la dignidad humana. Es indigno que alguien decida por nosotros en esos momentos, cualquiera sea la dirección que adopte la decisión, sea acabar con nuestra vida, o sea prolongarla independientemente de la situación en la que estemos inmersos. Y es indigno e impropio de la condición humana seguir existiendo a costa de sufrimientos insufribles. Todas estas circunstancias generan miedos. Miedo a que nos arrebaten nuestra vida sin nuestro consentimiento; miedo a que nos obliguen a vivir aun cuando no queramos; miedo a que por intereses unos decidan la muerte de otros. Tantos miedos hacen difícil legislar y tomar decisiones. Pero en todo caso, suficientes son los conocimientos de la ciencia para saber con razonable certeza cuándo se acaba la vida, cuándo el sufrimiento ya es inútil. El sufrimiento ya no tiene sentido redentor, y prolongarlo carece de justificación. Quizá habría que recurrir a la conformidad de los estoicos y saber aceptar lo irremediable. Porque aquí cabría preguntarse: ¿cuál es la finalidad de la medicina? ¿Es, acaso, el mantenimiento a toda costa de la vida? ¿O no será, más bien, el poner en práctica el primer precepto de Hipócrates, aquel "primum non nocere", lo primero y principal es no hacer daño, evitar el dolor? El mantenimiento de la vida en cualquier circunstancia,a costa de sufrimientos inútiles es una clara vulneración de aquel sabio precepto. Pienso que así lo entendió el doctor Montes y así lo practicó en un noble ejercicio de la medicina. Aquel paso adelante puede y debe servirnos de lección, de fuente de reflexión.

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