Carta del Director/Luz de cobre

Ola de calor

Cada ola de calor veraniega por la que nos lleva este tórrido julio la comparamos a las calderas de Pedro Botero

Arde la calle al sol de Poniente, hay tribus ocultas cerca del río esperando que caiga la noche. Hace falta valor, hace falta valor, ven a la escuela de calor... La letra es uno de los himnos ochenteros de una mítica banda como es Radio Futura. Aquí en el tórrido sur no es necesario acudir a la escuela para sobrevivir a la primera y a la segunda ola de calor del verano. Aunque si echas la vista atrás y recuperas la hemeroteca percibo que los ‘plumillas’ somos muy dados, cuando la temperatura alcanza algún grado más del habitual, en el que la camisa te molesta y el sudor recorre tu cuerpo, aunque acabes de darte un chapuzón en la playa o salgas de la ducha, a poner calificativos y a rellenar minutos de televisión, programas de radio y páginas de periódico. Poco menos que el infierno y las calderas de Pedro Botero se apoderan de los rincones de este país, en un momento en el que las noticias empiezan a escasear por el inicio de las vacaciones y eso que estamos entretenidos con la campaña electoral.

Sea como fuere, lo cierto es que cualquier tertulia que se precie, café en el bar, copa en una barra o reunión nocturna de amigos no sería nada sin recurrir, al menos en sus inicios, a las altas temperaturas que padecemos y en como lo estamos llevando. Cuando peinas canas y has vivido algunos veranos, incluso cuando el aire acondicionado no era común en cualquier habitáculo y el único recurso a la mano era el abanico y abrir las ventanas, percibes un punto de exageración propio de nuestra forma de ser, más que una realidad constatable y que difiera de otros estíos.

Porque a pesar de la insistencia informativa y lo machaconas que son las redes, lo cierto es que si hacemos un pequeño ejercicio de memoria recordamos, aunque sea en un lugar recóndito de nuestro cerebro aquellos veranos pretéritos en los que tenías casi miedo a irte a la cama, y alargabas las veladas en la calle de los pueblos, incluso en gran parte de puntos de la capital de aquello tan nuestro como era y es “tomar el fresco”.

Es verdad que con el cambio climático, no que viene, si no que ya está aquí, la sensación de sequedad del ambiente se acrecienta en la misma medida que el aire acondicionado se baja más grados de los necesarios. Incluso he estado en algunos lugares en los que la chaqueta o la rebeca se usa en plena canícula de julio porque el local en el que te encuentras se parece más a un iglú que a una sauna.

Pero no voy a ser yo el que le diga a qué grados deben poner el artefacto, como tampoco el uso o no de la chaqueta para evitar resfriados. Pero a lo que vamos: en un mundo como el que nos ha tocado vivir mi impresión es que todo tendemos a elevarlo a la enésima potencia y lo enfríamos con la misma celeridad. Y es aquí donde la “escuela de calor” de Radio Futura cobra vida “...no des un mal paso, no des un mal paso. Deja que me acerque. Deja que me acerque a tí. Quiero vivir el aire, quiero salir de aquí”

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