Tácito escribió en su obra Annales siglo I d.C. "la ambición de domino es más ardiente que todas las demás pasiones". La posesión del poder, dominar y someter. Esplendor, gloria, escapar del olvido y la intrascendencia. Desde que en la Atenas de Pericles y Aspasia, siglo V a.C. surgiera la democracia como forma de gobierno que evitara la norma, grosso modo, de andar arrancándonos la cabeza cada vez que el poder cambiaba de manos, tratamos de establecer códigos jurídicos, y patrones culturales que dignifiquen la vida de la humanidad. La historia nos enseña que ha sido, y continúa siendo un camino tortuoso, con avances, estancamientos y retrocesos La naturaleza humana no es nada sencilla de conllevar y menos de comprender. No hay fórmulas mágicas, ni líderes infalibles, o sociedades perfectas. Tampoco civilizaciones ideales. Ni siquiera la democracia es un edén. El siglo XX nos dejó bien claro el alcance que puede tener el mal desatado y provisto de retorcida legitimidad jurídica y adoctrinaría propaganda. Banalidad del mal, como lo definió Hanna Arendt. No obstante, tenemos vivas la energía y esperanza del pensamiento libre, crítico, alejado de la autocomplacencia. Que peligrosa es la arrogancia de no aprender historia con honradez intelectual, destruir la educación y esclavizar la cultura. Encadenar el conocimiento al servicio de los afanes, luchas siempre encarnizadas, por apropiarse del diseño de las relaciones de poder, constituye un vil ejercicio. El próximo 10 de noviembre los españoles acudimos a las urnas para elegir a nuestro gobierno. Cada día encuentro más argumentos para pensar que nuestra extractiva élite partidocratica desea el poder, pero no les preocupa gobernar nuestra nación. Desdeñan la democracia y violentan la separación de poderes. Por eso no se han esforzado en practicar el parlamentarismo. Es como pretender hacer migas sin pan o harina. Gobernar en democracia es poner en valor y respetar el mérito, la creatividad y el trabajo de equipos de personas comprometidas con valores metapoliticos universales. Regir responsablemente requiere no rendirse a la injusticia y la corrupción. Velar por los derechos y obligaciones de una sociedad que fomente la solidaridad y el conocimiento. No hay felicidad, creatividad, libertad, ni paz posibles ante la miseria material e intelectual. Es el mapa que nos dibujó nuestro Cervantes.

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