Parados eternos

Con 2016 se completan en Almería cuatros años de reducción del paro, situado hoy al nivel de 2012

Si los almerienses que llevan más de un año parados se fueran juntos, el municipio resultante tendría más habitantes que Vícar, y los mismos que Níjar. Lo que es peor: en la mitad de las casas de la localidad sus residentes llevarían no menos de dos años sin trabajo. Almería es un ejemplo de lo que sucede en toda España. Terminada la Gran Recesión, su legado es este tipo de desempleo, que divide a nuestra sociedad entre quienes han salido de la crisis y quienes no ven su final.

Con 2016, se completan en Almería cuatros años de reducción del paro, situado hoy al nivel de 2012. Y ahí, en medio, hay un grupo que lo observa como quien ve partir trenes sin subirse en ninguno. Al finalizar el año, el 27% de los parados lleva más de dos fuera del mercado laboral, el mayor porcentaje registrado nunca en la provincia. Sumados a los que llevan al menos un año, forman el 43% de los parados almerienses. Nada que ver con lo que sucedía hace nueve años. Entonces ese dato no superaba el 18% del total. Si analizamos el paro según el tiempo que una persona lleva sin trabajo vemos que, efectivamente, el paro ha bajado estos cuatro años. Salvo entre aquellos que llevan más de dos años desempleados. Hoy son 100 más que en 2012. Puede no parecer mucho -y quien piense así que imagine la situación de estas personas, como les ha afectado el recorte de las prestaciones y como les afectará a su pensión- Puede parecer un aumento pequeño, pero en el resto de los grupos ha bajado en 17.000 personas. Es decir, el paso del tiempo en desempleo atrapa y fija a la gente en el paro.

Como será que hasta el Gobierno parece aceptar que hay unos dos millones de desempleados en España a los que ni flexibilidad laboral, ni subvenciones la contratación, ni creación de empleo les permitirá reincorporarse al mercado laboral. Será uno de los temas de la recién creada mesa de diálogo social. Aceptar que una parte elevada de ese paro se ha convertido en estructural, conduciría a cuestionar políticas activas de empleo y el actual sistema de protección. Obligaría no ya a deshacer una reforma de las prestaciones que castigó más a los parados mayores y de larga duración, sino replantear el sistema de protección y su relación con una posible renta mínima. Falta dinero y, sobre todo, falta voluntad. No nos extrañe, por tanto, que acabe con un par de retoques y exportar el problema al futuro.

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