Poniendo notas

Es frecuente que salgan a la luz encuestas que nos dicen cuáles son las calificaciones que se otorgan a ministros y consejeros

Vuelvo después de unas semanas cogiendo almendras al estilo tradicional. Fardos y caña. Y siendo septiembre he recordado que me he pasado media vida calificando y poniendo notas. Eran unos fines de curso difíciles, sabiendo que el simple hecho de adjudicar una calificación era como ir colocando sellos en la espalda de los alumnos que iban a ir orientando sus vidas. O sea, tenía una gran responsabilidad y no estaba muy seguro de no pasarme dando más nota de la que se merecen, o de no llegar y quedarme corto. Una cierta inseguridad incluso después de haber estado atendiendo a unos alumnos al menos durante todo un curso y de disponer de una serie de criterios objetivos cuya aplicación daría un resultado final. Por ese motivo estoy algo contento de no haber sido convocado nunca para calificar a unos ministros o a unos consejeros. Es frecuente que salgan a la luz encuestas que nos dicen cuáles son las calificaciones que merecen ministros y consejeros, calificaciones que casi siempre son suspensos manifiestos. En la última que recuerdo solo aprobaba una ministra (mi enhorabuena). Todos los demás, suspensos. Si me hubieran preguntado a mí ¿qué habría podido responder? ¿Tengo criterios suficientes para dar matrículas de honor o suspensos? Tengo alguna información sobre la política española y sobre la autonómica. Las sigo asiduamente y a pesar de eso creo que solo puedo tener algún criterio sobre algún consejero o sobre alguna ministra y tal vez me atrevería a darles una nota, aunque con reparos. Pero en ningún caso conozco suficientemente la actividad (o inactividad) de la generalidad de los cargos públicos como para permitirme darles notas. Insisto, por tanto, en que estoy contento por no haber sido seleccionado por las empresas demoscópicas. Tal vez me habrán dejado al margen porque sabían que yo no sabía. Porque supongo que la selección de los encuestados no se hará de modo puramente aleatorio sino dirigido a personas con suficiente conocimiento de causa. ¿O no? ¿O para que la muestra sea suficientemente representativa solo se utilizan los criterios de capas de población por procedencia, sexo y edad? En tal caso, ¿hay algo que garantice que las valoraciones resultantes tienen una mínima validez? Y sabiendo el impacto que la publicación de esas calificaciones tiene sobre el sentir general, ¿no habría que ser muy prudentes a la hora de realizar y publicar esos resultados?

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