Andrés fue a la peluquería porque quería hacerse un peinado moderno, de esos que le dejan a uno el pelo prácticamente calvo desde la altura de las orejas y por arriba el pelo de punta con mechas. Cuando terminaron de cortarle el pelo, no se lo podía creer. Le habían hecho un peinado «tipo cazo», de los años 90. El peluquero le dijo: «es que yo solo sé hacer técnicas de las de antes, estoy reciclándome, pero las cosas llevan su tiempo». Carla tenía una luz permanentemente encendida en el salpicadero del coche. Fue dos veces a su mecánico, pero la luz no se apagaba. Al preguntarle por qué no se metía en el ordenador de a bordo, le respondió «es que yo me formé en los 70 y no sé cómo va eso… estoy aprendiendo, pero poco a poco». Elisa llevaba tres meses yendo al médico semana sí, semana también. Tenía fuertes dolores de cabeza. Su doctora le decía que era producto del estrés tan alto que llevaba, le daba algún analgésico y para casa. Una amiga a la que le había pasado algo similar le dijo «¿no te hacen más pruebas, ninguna resonancia, un TAC o algo similar?». Al comentarlo en la consulta, la doctora le dijo: «En esta consulta usamos técnicas de los años 80, estamos actualizándonos, pero hay que respetar los tiempos, no se pueden hacer los cambios de un día para otro». A los seis meses, Elisa murió. Su último diagnóstico era que estaba «mala de los nervios».

En la escuela miles de jóvenes se desangran cada año. Se desangran al sentir que son unos inútiles para el aprendizaje, al perder las ganas de aprender. Se desangran cuando salen a la calle o al mercado laboral sin ni siquiera el título de la ESO, cuando odian leer, cuando nadie les ha enseñado jamás a desenvolverse. La escuela va dejando cadáveres educativos en la cuneta.

Cuando se habla del cambio en educación escucho siempre que «los cambios son graduales, requieren su tiempo, y que… paso a paso». Así desde que un servidor empezó a trabajar como docente, hace 21 años. Mientras tanto, legiones enteras de jóvenes van a parar al cubo de basura de la sociedad, sintiéndose además culpables de su propio fracaso y con las ganas de aprender aniquiladas. La escuela nunca tendrá el 100 % de éxito, pero no podemos seguir aplicando técnicas, métodos y formas de organización de hace 100 años. Se habla a menudo de que «hay que respetar los tiempos». Hay que respetar lo tiempos, claro que sí, pero LOS TIEMPOS DEL ALUMNADO.

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