Saber es más útil que saber hacer

No es Letras o Ciencias, es ser o no capaz de llegar a abstraerse, descubrir e innovar

Para mí, un indicio fiable de inteligencia es el pensamiento abstracto, o sea, poder convertir un hecho concreto en algo más general o elevarlo a categoría, si es posible. En Retórica se enseña que una cosa es la "quaestio finita" (el hecho) y otra la "quaestio infinita" (la categoría). De este modo, le pedimos al orador que demuestre su potencia intelectual convirtiendo, por ejemplo, la noticia de la financiación irregular de un partido en una reflexión general sobre la corrupción y sus efectos sobre la democracia. Que esto lo enseñemos en las clases de Retórica no lo convierte en un juego de espejos, sino en un consejo sobre la manera de enfrentarse a la realidad para descomponerla, analizarla y entenderla.

Nuestra sociedad vive presa del hecho, la noticia, el titular y el atolondramiento. Hay un exceso de informaciones y un diluvio de opiniones que, paradójicamente, producen una enorme falta de información y justifican que se confunda la formación y la propaganda. La inmediatez del dato y la velocidad de las reacciones no revelan competencia, sino su ausencia: lo vemos en las noticias y lo sufrimos en las decisiones. Aunque no lo parezca, la cosa es grave: cuando alguien carente de pensamiento abstracto tiene mando en plaza y se enfrenta a una crisis, no va a tomar decisiones con el cerebro, sino con el hígado; no va a comportarse con eficacia, sino con apresuramiento; no va, en fin a dar soluciones, sino a crear problemas nuevos intentando solucionar los ya existentes.

Las enseñanzas, si se limitan al caso y al resultado, tienen poco valor porque la educación debería buscar más el fomento de la inteligencia que la creación de destrezas pasajeras. Un sistema que premie la utilidad, la empleabilidad, la transferencia, es necesario y sirve solo si las pone al servicio de la capacidad de análisis; si desprecia, minusvalora o persigue e intenta erradicar la reflexión pausada, perjudica a la sociedad. Quien propone que las Letras no son útiles carece de inteligencia; quien defiende que eliminarlas obedece a un oscuro designio antidemocrático, también. No es Letras o Ciencias, es ser o no capaz de llegar a abstraerse, descubrir e innovar. Nadie sale perjudicado por estudiar y aprender a pensar, pero sí por los mamelucos a los que les inculcaron la cachanica de la utilidad y, a fuerza de obligarlos a pensar en ella, los convirtieron en inútiles con mando en plaza.

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