Todavía estamos a tiempo

Ni salimos mejores de la peor parte de aquello ni lo estamos haciendo de su larga y extraña sombra

El episodio de la Covid-19 cuenta con todos los elementos necesarios para generar una importante mejora tanto a nivel individual como social y, por ello, muchos aseguraron que de esta íbamos a "salir mejores", pero todos aquellos aplausos, todas aquellas llamadas institucionales a la esperanza y la unidad, todos aquellos mensajes al estilo "keep calm and carry on" que hicimos circular y todas aquellas cariñosas arengas que nos dedicábamos los unos a los otros para sobrellevar una situación jamás imaginada parecen haber perdido toda la capacidad de impulso con la que llegaron.

Ni salimos mejores de la peor parte de aquello ni lo estamos haciendo de su larga y extraña sombra; es tremendamente triste, pero la realidad es que cuesta mucho encontrar algo que diga lo contrario y muy poco noticias que lo demuestran.

Bastan dos ejemplos relacionados con aquellos a los que debemos proteger de todo y ante todo: nuestros menores.

Uno, la forma en la que se ha tratado el caso de la salvaje violación a una menor del municipio de Igualada. Desde hace más de dos meses, hay una niña intentado recuperarse de una agresión de una crueldad extrema que le ha dejado, física y mentalmente, marcada de por vida, pero muy poco se habla de ello. En su momento, todos conocimos a los violadores de "la manada", vimos sus rostros tantas y tantas veces que pocos españoles no reconocerían a alguno de ellos de inmediato. Pero esta vez el silencio es tan atroz como lo es la violación que oculta y sobre la que el abogado de la familia aseguró que «no es la típica violencia para agredir sexualmente a alguien. Hay crueldad y enseñamiento, hay alevosía y ganas de matar". De manera que, salir mejores de esta es decirles a nuestros menores que cosas así pasan en este país y que hay salvajes en nuestras calles, como salir mejores de esta es decirle a esta niña, una y otra vez, que no nos hemos olvidado de ella y que le haremos justicia. Y otro es el señalamiento público que ha hecho la Generalitat de Cataluña a un niño de 5 años porque sus padres han pedido a su centro escolar que cumpla una sentencia del Tribunal Supremo que obliga a que el castellano sea vehicular en, al menos, un 25% de las horas lectivas. Pero la Generalitat no quiere que tal cosa pase y su modo de evitarlo ha sido señalar a esta familia generando una animadversión tal contra ellos que ya ha tenido que intervenir la Fiscalía. Y así tenemos a una institución pública utilizando a un niño de 5 años para su interminable lucha contra sus molinos de viento y poniéndolo a los pies de los caballos porque sus padres quieren que sepa hablar la lengua oficial del país en el que vive, como es su derecho y su deber, y que, le pese a quien le pese, y según el último informe del Instituto Cervantes, es la tercera lengua más hablada en el mundo. Tremenda bajeza; tremendo el país en el que nos estamos convirtiendo.

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