La cuarta pared

El abismo de Helm (I)

La vocación de servicio, salvo honrosas excepciones es una fantasía

Y ES que como en la trilogía del señor de los anillos, este artículo va a tener que fragmentarse en varios capítulos. El abismo de Helm, es la distancia que separa la administración pública del ciudadano en este país. Y como sucede en la mítica novela de elfos, orcos y magos, la batalla que se desarrolla en dicho abismo tiene dimensiones épicas.

En un sistema hiper burocratizado, con varias administraciones públicas que se reparten y solapan competencias, acometer un proyecto por pequeño que este sea, se convierte en una auténtica carrera de obstáculos. En el camino, nos encontramos con barreras de distinto calado. Algunas, normativas obsoletas y absurdas con más de 40 años en algunos casos. Otras, procedimientos administrativos farragosos por los que hay que pasar si o si, aun cuando carecen de sentido (los famosos y perceptivos informes sectoriales ). Pero en mi opinión el peor grupo de obstáculos lo constituyen "las personas". Vaya por delante ante todo que esto no es generalizable, pero dado que el camino es tan largo y tiene tantos pasos, con algún elemento especial siempre se acaba topando uno. Siempre pensé que el funcionario era un servidor público, y que entre otras cosas como son el garantizar el cumplimiento de las leyes y las normas, o la defensa de los intereses de la administración, se encontraba el ayudar al ciudadano en su relación con la administración. Esta vocación de servicio, salvo honrosas excepciones es más una fantasía y una ilusión que una realidad… al menos en la escala técnica, que es en la que yo me muevo. Desgraciadamente, las personas que supervisan y controlan los proyectos, viven en un castillo de papel, enrocados en su refugio de normativas y separados de la realidad exterior. Es del todo intolerable que para cambiarle el techo a un gallinero, si se quieren hacer las cosas bien, se necesiten de 8 a 12 meses (con suerte) de duro transitar por administraciones y despachos de técnicos, muy preocupados de que se disponga del permiso de medio ambiente, de aguas, de carreteras, de aviación civil, de género y de su puta madre…. Cuando a la hora de la verdad, les importa un comino si el gallinero existe, si es un palomar, si el techo se cae o si se construye en otro lugar distinto al solicitado. Solo hay que ver la anarquía absoluta de los hechos consumados que nos rodea, y la dejación y connivencia de una administración llena de individuos preocupados de que "los papeles" que ellos firman estén inmaculados, no sea que alguien les meta en el trullo.

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