La barrera del sonido

He de decir que yo estaba con Trapiello frente al sí y el no pero me conmueve su rutina madrileña

Andrés Trapiello es un escritor peligroso y sospechoso. Ha sido seducido por las fuerzas malignas que se oponen al todopoderoso progreso o muerte y ha salido, según oigo radiofónicamente, a dar la réplica junto con las fuerzas del mal en la plaza de Colón. A voz en grito adereza el panorama vociferando, no se nos puede llamar fachas porque pensemos lo mismo que pensaba el todopoderoso hasta no hace mucho. Bueno, pensaba, decía que pensaba. La mente del todopoderoso es insondable y sus caminos inescrutables. Trapiello es un escritor extraño que se dedica a pergeñar voluminosos tomos sobre Madrid, el rastro, su vida personal (lleva la tira ya de volúmenes de sus diarios) y revisiones del Quijote, lo cual lo acerca mucho al herrumbroso mundo de los escritores vetustos y junto con lo de la plaza de Colón lo alinea ya en el mundo de los escritores anatema. Los dejamos vivir y escribir en el destierro de la literatura mientras los escritores cool hipsters calvos con bigote y gorra de chulapo o barbagafas hablan sobre todas las palabras que han juntado diciendo que han escrito un libro. Como no han sido absorbidos por el lado oscuro, siempre ponen la vela a favor del viento y beben los vientos de todas las vacas sagradas entonces acaparan premios y escaparates mientras el tal Trapiello se puede ir buscando una buhardilla de escritor que se ha ido al mundo del ostracismo de la mesa de camilla y el flexo retro. He de decir que yo estaba con Trapiello frente al sí y el no pero me conmueve su rutina madrileña, ir cada domingo al rastro, muy temprano, encontrar el libro tesoro e irse. Fotografiarse con su biblioteca archivo parapeto de los que ahora harán de francotiradores y mandarán sus misiles katiuska sobre el susodicho renegado. Trapiello se está ganado a pulso el hueco existente después de la muerte de Chirbes. Yo ponía en el siguiente eslabón de la cadena a Montero Glez pero se dejó arrastrar por los ángeles puros de la lucha final y dejó de hacer literatura de la buena (mejor que la vuestra, hipsters, un poco cascabelero me dijo Chirbes) para hacer no sé qué porque ha desaparecido del mundo de mi mente, como tantos (antes estaban, ahora dónde estarán) y ya creo que sólo tengo a Trapiello para un viaje imaginario con abrigo y bufanda, ir al Rastro y recorrer el Madrid imaginario. Me he comprado el documental de Umbral sin solución desde mi maravilloso ostracismo.

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