El circo de los horrores

Quiero un guion de infarto ya. Quiero una película ya. Quiero otro Alfred Hitchcock que ya nunca más podrá ser otra vez

La vida no es como una película de Alfred Hitchcock sino que es una pelí-cula de Alfred Hitchcock. La realidad no es como una película de una pelí-cula de Alfred Hitchcock sino que es una película de Alfred Hitchcock. Hitchcock se asombraría si estas semanas hubiera leído los periódico, vistos los noticiarios, oídas las noticias en la radio y maldeciría britísticamente, cómo no se me ha ocurrido a mí, cómo no se me ha podido ocurrir a mí (no-ta del autor: pensarlo con acento spanish-british), oh my god, bloody, bloody, bloody. Alfred pierde su falsa inglesa flema y clama: Llamen urgen-temente al guionista, interroguen a los testigos, inventen, inventen, inventen. Nota para un script: La mujer, una señora de mediana edad vestida con fal-da, blusa y rebeca gris mueve tranquilamente una cuchara de palo en una cacerola grande en la cocina. Suena la radio una canción de moda, la mujer sostiene con la otra mano un cigarrillo que pone en la boca y aspira impasi-vamente, el reloj marca las doce en punto un día cualquiera como la mujer que espera que a la hora de comer llegue su marido cocinando tranquilamen-te. De repente suena un timbre, es el avisador del horno que ya ha termina-do. En el horno cocina pasteles para postre o merienda. En la olla, (se acerca la cámara pero sin apreciarse todo con nitidez) algo sale del espeso caldo, como cabellos que rebosan entre el humo del vapor de líquido viscoso hir-viendo de donde salen burbujas que explotan. Nota para un script: La mujer va a la casa de una amiga con una caja bastante grande, llama al timbre, le dice si puede pasar y le confiesa que la policía va a registrar su casa porque su marido ha desaparecido y ella no quiere que encuentren algunos juguetes eróticos. Dice que los lleva en la caja y le pide a la amiga que se los guarde. La amiga accede. La mujer vuelve a su casa, pone la tele, fuma otro cigarri-llo, se sienta en el sofá y lanza el zapato, vierte cerveza de una lata en un vaso y cambia de canal. En la casa de la amiga, de repente, suena el timbre, es la policía. Le dice que le enseñe lo que hay en la caja que le ha traído su amiga. La mujer se extraña de que unos juguetes eróticos sean tan importan-tes. Abre la caja y descubren la cabeza cocinada de un hombre, probable-mente el marido desaparecido. Quiero un guion de infarto ya. Quiero una película ya. Quiero otro Alfred Hitchcock que ya nunca más podrá ser otra vez.

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