LA ginebra es el destilado más popular en España desde hace un puñado de años. La mayoría la toma con tónica, hasta el punto de que si pide uno ginebra en un bar le ponen la tónica al lado de oficio. No conciben los camareros que alguien la tome sola. No digamos ya si la pidiera con agua caliente como los ingleses en el XIX, según cuenta Dickens en su divertidísima novela “Los papeles póstumos del Club Pickwick”. No quiero decir que el gin tónic sea desagradable, al contrario, me encanta como aperitivo o al atardecer, como lo tomaban los oficiales británicos en la India. Pero como digestivo la prefiero sola. Comiendo con la familia el otro día, me pasé un pelín y le pedí a mi nieto que me pusiera un dedo de ginebra con hielo y una rodaja de limón. Mi nieto no prueba el alcohol –a pesar de que ya está en la “edad del botellón”- pero tiene buen olfato. Desde muy niño le he dado a oler a ciegas especias, hierbas, frutas…incluso algunos vinos. Distingue bien el orégano de la albahaca, la almendra de la avellana… y le gusta practicar. Así que, cuando me sirvió la copa se puso una gota en el dedo y no le gustó nada, como era de esperar. Luego olió la botella y dijo: “huele a colonia”. Y es que era una de esas ginebras a las que les dicen “Premium”, y que aromatizan con un montón de “botánicos” (queda más fino que plantas y especias). Además del enebro, que es lo suyo, y de donde la ginebra toma su nombre, se puede uno encontrar con que una ginebra lleva angélica, cilantro, limón, naranja, nuez moscada, mandarina, regaliz, pomelo, lima, azahar, pimienta de Jamaica, cassia…y/o cubeba y raíz de orris, que dios sabe que serán. Hasta diez o doce aromas algunas de ellas. Por no hablar de las que llevan frutas, lo que las convierte en bebidas dulces. Hay una marca sevillana que se anuncia así: “Dulce placer”. Seguramente se trata de una muestra más de la tendencia hacia lo dulce que hoy domina en todo lo comestible y bebestible. La inmensa mayoría se toma los destilados con refrescos edulcorados. Incluso las tónicas actuales llevan en su composición de 12 a 20 gramos de azúcar en cada botellín de 200 ml. O edulcorantes artificiales, que no tienen calorías pero si peor sabor. Así que no es extraño que una de esas ginebras le pareciera a mi nieto que olía a colonia. 

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