Opinar sobre Pablo Casado, ahora, se asemeja un poco a patear a una persona que está tirada en el suelo. Da un poco de reparo. Más que él, en concreto, lo interesante es analizar su campaña para, visto el resultado, concluir que es lo que nunca debe hacerse cuando se aspira a ganar unas elecciones. Es tan amplio el catalogo que me quedaré con su forma de hablar del paro, desde la experiencia de quien vive en una zona donde se vota religiosamente, lo que es casi literal. Hay una ruta que va de la salida de misa al colegio electoral y de ahí a los bares de tapas. La participación solo subió un punto. Más sería imposible pues obligaría a votar a los fallecidos. Votamos el 78% de los electores. En 2016, el 54% eligió al PP. Han perdido 20 puntos, de ellos siete para Ciudadanos y 14 para Vox. Si hubiese venido a los bares de la zona, especialmente al publicarse la tasa de paro tres días antes de votar, hubiera notado el rechazo al discurso que vuelve a hablar de datos terribles en el paro, del frente popular que lleva a España a la destrucción de empleo que dijo Montserrat. Sabemos que el desempleo es un drama, lo hemos durante todos estos últimos años. Esta zona lo ha vivido, con ese silencio avergonzado de la clase media. Se han cerrado negocios, pero, esto es lo importante, se están abriendo otros nuevos y la zona bulle alegre. Así, sueltas a los votantes que volverán a todo aquello que creen dejado atrás y lo haces con un discurso que, supongo que sin intención, parece estar celebrando los datos negativos. Asustar a quien no quiere ser asustado fue el desliz inicial, abrochó mal el primer botón y, a partir, de ahí, un desbarajuste total. Quienes no querían ser asustados, encima, no se lo creyeron. Vamos que tenían que haber oído los comentarios en el bar de la esquina. Cambiaron el canal, no digo más. Y no se lo creyeron porque, al mismo tiempo, O, que en Andalucía, en ese mismo período de tiempo se han creado 558.000 empleos. No se trata de mentir, tentación que debe administrarse con prudencia, sino de no perder el derecho a ser escuchado que decía Ignatieff, que sabe mucho de esto, pues tuvo un éxito similar al de Pablo Casado. Si los parroquianos de la zona donde te votaba todo el mundo, piden silenciar la tele cuando sales, has perdido ese derecho y las elecciones se presentan sombrías. Por eso los consultores anglosajones ensayan con gente corriente la reacción ante los mensajes políticos. Y todo esto cuando estamos a punto de iniciar la siguiente campaña electoral. En dos días más datos de paro, a ver que oímos esta vez.

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