La fe en tiempos de pandemia

Muchas cuestiones sociales y desigualdades que arrastrábamos como sociedad se han hecho más notoriasLos telediarios ilustran las noticias con personas abrumadas por el sudor, abanicándose desatados y asomados al balcón boqueando

Lunes festivo con ocasión que, en el día de ayer, 15 de agosto, Día del Señor, la cristiandad celebró con gozo el Dogma del Misterio de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, de gran devoción y fervor en la tradición de la Iglesia Católica, y es que la fe es algo que mueve al mundo, que ayuda a las personas a salir adelante frente a la adversidad, es intangible y tan fuerte que mueve montañas, sin ella pocas cosas tienen sentido.

Durante esta pandemia, todos hemos tenido problemas y nos ha repercutido; hoy en día extrañamos lo que era normal para cualquiera de nosotros, salir a caminar sin mascarilla, incluso nuestras Estaciones de Penitencia y procesiones de Alabanza como actividades de apostolado pastoral, que creíamos eran rutinarias en la religiosidad popular, pero que, al día de la fecha, a pesar de otras actividades sociales se han activado de forma multitudinaria, la piedad popular ha quedado sesgada al interior de los templos como en la II República con restricciones sanitarias.

La pandemia ha traído angustia e incertidumbre a nuestras vidas, así como una constante y creciente preocupación. Muchas cuestiones sociales y desigualdades que arrastrábamos desde la anterior crisis como sociedad se han hecho más notorias y gravosas. De esta forma nos hemos visto confrontados como cultura humana global con nuestras propias formas de entendernos entre humanos, nuestras relaciones y economías, así como la forma de entender a la naturaleza.

Pese a todo esto, aún existe la fe y la confianza en que todo mejorará, y así se lo pediremos en su Santuario a la Santísima Virgen del Mar Coronada, que en breves días comenzarán sus actos litúrgicos en su honor con el pregón en el capitular y dominico convento a cargo del Alcalde Ramón Fernández Pacheco, a pesar de que los golpes recibidos no se puedan quitar, el dolor y la herida tendrán que sanar, pero a pesar de ello, una actitud resiliente consistirá en no dejarse vencer por el mal momento, sobreponerse, imaginar y crear soluciones que permitan seguir adelante a pesar de lo adverso.

La esperanza cristiana es proactiva y está cimentada en la fe que nos mantiene en el optimismo pleno de que estamos en las manos de Dios y no en las garras de la desgracia. Saber que somos hijos de Dios nos asegura que pase lo que pase estamos y estaremos en sus manos, y su voluntad se cumplirá en la historia que es una historia conjunta de un caminar humano-divino. Paz y Bien.

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