Una de las consecuencias inesperadas del resultado electoral en Cataluña será el cambio de la histórica sede del PP en la calle Génova de Madrid. Ferraz y Génova han sido referentes en el callejero madrileño de los dos grandes partidos. Por el eje Génova, Colón, Recoletos han discurrido grandes manifestaciones, encabezadas por dirigentes del PP, acompañados de purpurados con sotana, banderas y orgullos simpatizantes que estaban especialmente cómodos en la intersección de dos barrios nobles de Madrid. Desde los improvisados balcones del edificio popular recordaremos a Mariano Rajoy dando saltos de alegría en una noche electoral. Y ahora que han sido las elecciones en Cataluña, viene al caso rememorar que bajo ese balcón se coreó aquello de "Pujol enano habla castellano", con ocasión del triunfo de Aznar. Recuerdos que llenarán álbumes de fotos, crónicas periodísticas, libros de historia y, desgraciadamente, también sumarios judiciales. Seguramente son estos últimos y las personas que protagonizan los casos de corrupción que acosan al PP, los causantes de que el gran partido de la derecha española considere conveniente abandonar Génova en búsqueda de tierra firme.

Y es que las mudanzas sirven para hacer limpieza, tirar la ropa que llevas años y años sin usar, regalar esos libros que nunca vas a leer, despejar los armarios de zapatos viejos, y aligerar la decoración del salón, tirando aquella figurita horrible que compraste en un viaje exótico. Las mudanzas mezclan la nostalgia por los buenos momentos y los tiempos felices que se vivieron entre las paredes que abandonas, con el alivio por los malos recuerdos y el sufrimiento que dejas atrás.

Es comprensible que Pablo Casado y los nuevos dirigentes del PP quieran olvidar, pasar página, redecorar sus vidas y crear, como Ikea, la república independiente de su nueva casa. Para ello tendrán que hacer algo más que una mudanza. Pasar página, desenganchar de la historia más lamentable de su partido, va a llevarles un tiempo. Cambiar de sede es una forma naif y juvenil de querer superar una etapa a toda prisa y de que esa intención sea notoria. Pero cambiar, lo que se dice cambiar para romper con lo peor del pasado, es un proceso que lleva más tiempo y esfuerzo. En unos años veremos si la mudanza de Génova fue el principio de una nueva y gran amistad entre el PP y los votantes de centro derecha, o si sólo fue un cambio de sede.

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