¡Menos pitorreo y más desenfreno!

Cante el título de arriba con el tonillo que se usa en las protestas y manifestaciones

La festividad de los Santos Inocentes, como la mayoría, hunde sus raíces en fiestas paganas previas al cristianismo. Después de las Saturnales (la "navidad romana") la gente se daba con fruición al desenfreno, al vicio y al cachondeo general. Estos hábitos recibieron diversos nombres llamándose en la Edad Media, por ejemplo, la Fiesta de los Locos. Una vez cristianizadas nuestras pecadoras almas, la Iglesia, siempre tan pragmática, se percató de que le resultaba imposible erradicar las viejas costumbres así que las adoptó como suyas y las maquilló un poco. En un intento de suavizar el desfase que se producía esos días las autoridades eclesiásticas decidieron consagrar el 28 de diciembre a los Santos Inocentes en memoria de los bebés que Herodes mandó asesinar en un intento de acabar con el Mesías. En este día estaba permitido gastar bromas en referencia a los inocentes niños que todo se lo creen. Con esta idea la Iglesia consiguió ir rebajando las bacanales y la juerga extrema en sencillas chanzas que se hacían unos a otros.

Así las cosas, con la intención de gastarles hoy alguna broma, empecé a devanarme la sesera con diferentes titulares. Pensé, en un principio, en hablarles de una esperada noticia. Esa que anuncia que la luz realmente deja de ser un bien de lujo y vuelve a los hogares como un producto de primera necesidad. Pero claro, nadie se cree que el gobierno sea capaz de controlar los desmanes de las eléctricas. Luego se me ocurrió que podía tentarles con la noticia de que los gobiernos regionales de algunas autonomías, incluida la nuestra, se preocupaban realmente por sus vecinos. Hubiera escrito que se esforzaban más en sacar adelante los presupuestos generales y menos en rematar al socio de coalición que ahora yace moribundo en la arena política. Pero tampoco iban a creerse semejante trola, claro. Tuve más ideas, por supuesto. Un gobierno central que asume el reto de gestionar un país en pandemia, el sueño de una reforma laboral que no sea otro paripé y ataje la precariedad, la temporalidad y el paro juvenil, etc. El caso es que en nuestro país no falta un buen repertorio de bromas pero, claro, una cosa es ser inocente y otra imbécil. Así que al final he decidido no insultar a su inteligencia yo también y me he propuesto volver a nuestras raíces. Dejémonos de inocentadas y rescatemos las bacanales y las juergas. Al menos, en el cuerpo lo llevamos.

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