El callejón del gato

La sentencia

Pero conociendo a Rajoy, la palabra dimisión no está en sus cálculos y sus tragaderas son como las de la Gargantúa

S EÑORES del PP, lo que ustedes quieran, menos tomarnos por tontos. La sentencia condena al PP por haberse lucrado con dinero negro procedente de la trama Gürtel y certifica la existencia de una caja B para sus trapicheos. Condena con penas muy relevantes a los encargados de manejar las cuentas del partido y, por si faltara poco, cuestiona la credibilidad de Mariano Rajoy cuando compareció como testigo y aseguró que no había una contabilidad paralela. Y más cosas, claro está, en una sentencia de 1.687 páginas que, lógicamente, no caben en esta columna. Pero, en fin, esos datos son suficientes para calibrar si un gobierno con tales negocios en la mochila, está capacitado para continuar llevando las riendas en un estado de derecho. Lo propio habría sido que el presidente del partido que, a su vez, también lo es del Gobierno, hubiera dimitido "ipso facto", aún en el supuesto caso de que, como él manifiesta, hubiera permanecido en la higuera sin enterarse de lo que estaban tramando sus subordinados delante de sus narices. Pero conociendo a Mariano Rajoy, la palabra dimisión no está en sus cálculos y sus tragaderas son como las de la Gargantúa, aquél muñeco que engullía a los niños de mi generación y anunciaba el comienzo de la feria de Almería. La feria que ahora se presenta en España es seguir con un gobierno corrupto o darle pasaporte. No hay más. Y la única manera de darle pasaporte es presentar una moción de censura, que es el procedimiento establecido en la Constitución del 78. Por lógica el partido indicado para tomar la iniciativa es el que cuente con más escaños de los que forman la oposición, en este caso el PSOE, y sería imperdonable que dicho partido no asumiera la responsabilidad de intentar apartar del Gobierno a un partido condenado por corrupción. Por tanto Pedro Sánchez ha hecho exactamente lo que tenía que hacer presentando la moción de censura. Ahora le toca a cada partido pronunciarse sobre la cuestión. El único punto del orden del día es si el PP, un partido condenado por corrupción en una sentencia de la audiencia Nacional, debe de continuar gobernando o si debe de cesar. Todas las demás cuestiones que se plantean para justificar posiciones interesadas al margen dicho objetivo, son ganas de marear la perdiz. Votar a favor de la moción de censura supone hacer limpieza cesando a Mariano Rajoy, y votar en contra dar el visto bueno a la corrupción manteniéndolo en el gobierno. Todo lo demás sobra.

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