Su última batalla

Nadie es inmune al desempleo, y son muchos los que están a tan solo una paga de la insolvencia

Uno de mis libros favoritos es "Mi última batalla", de Harry Lesley Smith, un inglés que sufrió la Gran Depresión desde la más auténtica pobreza, que luchó en la Segunda Guerra Mundial, que se atrevió a vivir la posguerra unido a una alemana y al que la pérdida de un hijo le llevó a escribir y convertirse en un respetado activista social. "No soy historiador, pero con 91 años soy historia. Y temo que se repita", era su presentación.

No es una gran obra de la literatura, ni lo pretende. Tan solo es un brillante librito autobiográfico escrito como reacción a las consecuencias de la crisis financiera mundial de 2008 y desde un infinito amor por el ser humano y con la esperanza de que las penurias que, hace apenas un suspiro, se han vivido a lo largo y ancho de este mundo no vuelvan a vivirse allí donde regresó la prosperidad y se erradiquen de donde aún existan.

Y, entre esas páginas escritas en 2014, encontramos párrafos como estos: "Vivimos en un momento histórico difícil. El común de los mortales corre un grave riesgo de perder sus medios de subsistencia y su estilo de vida. Nadie es inmune al desempleo, y son muchos los que están a tan solo una paga de la insolvencia". "En mi vejez he querido recuperar esos rescoldos de justicia que ardían en el seno de nuestra nación y encender con ellos un fuego nuevo en el corazón de los jóvenes de hoy para recordarles que una gran sociedad comienza con el deseo de su pueblo de liberarse de las injusticias. Mucha gente hoy en día no ha experimentado las dificultades de mi juventud pero tampoco lo que es vivir en una sociedad reflexiva, pacífica y comunitaria que siempre se esforzaba por hacer que la vida fuese mejor".

Y hoy, sin haber superado completamente la crisis económica del 2008, nos encontramos teniendo que afrontar la crisis que venía de la mano de la COVID-19 y, estando totalmente inmersos en ella, vemos que una de las medidas que se están planteando distintos Gobiernos en su estrategia frente a este virus es dejar sin trabajo a quienes decidan, de forma temporal o definitiva, no ponerse alguna de las actuales vacunas autorizadas contra este virus y sean parte de determinados colectivos laborales. Pues bien, ¿de verdad esperan que algo bueno salga de eso?. Y es que, centrándonos ya solamente en las consecuencias de tal intensa medida, sin entrar en la dimensión particular, comunitaria y jurídica que ofrece, ¿de verdad alguien puede esperar que no haya consecuencias sociales graves si la gente se ve privada de su medio de vida por esta circunstancia en este momento de este episodio sanitario concreto?. Se necesitan sociedades reflexivas que permitan traer la prosperidad a sus ciudadanos, exámenes de proporcionalidad e intentar no echar leña al triste fuego que nos rodea. Solo de medidas proporcionadas pueden surgir soluciones realmente efectivas y respetuosas con la ciudadanía.

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