Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Escuela de aprendices

Claro está que los jóvenes que se incorporan a los partidos políticos a temprana edad parecen estar abducidos por la idea de que es innecesario ser algo para estar al frente de una formación política

Escuela de aprendices Escuela de aprendices

Escuela de aprendices

Las juventudes de los partidos políticos tienen mucho que ver con ese mal congénito en la sociedad que es ejercer la política sin pasar por ninguna actividad profesional antes.

Claro está que los jóvenes que se incorporan a los partidos políticos a temprana edad parecen estar abducidos por la idea de que es innecesario ser algo para estar al frente de una formación política. Es muy probable que lo hagan por rebeldía, esa manifestación juvenil que sin respaldo intelectual termina por llevar a muchos a la nada. Pero también es más que probable que se apunten a esas juventudes, sin recabar el permiso paterno por supuesto, con el pensamiento puesto en una carrera profesional que se demuestra a ojos vista como suculenta en poder y dinero. Contrasta enormemente la creación de estos campamentos, o como se les quiera llamar, con las Escuelas de Aprendices. Contra el viento y la marea que supuso la campaña de descrédito en su contra durante las décadas de los ochenta y noventa, estos centros de formación sobrevivieron a la tendencia de convertir oficios en carreras, una buena formación profesional en una mala educación universitaria. Nada mejor para darse cuenta de ello es ver cómo hoy industrias españolas y multinacionales con sede en España se dotan de este mecanismo de enseñanza que les asegura continuidad y calidad en los procesos de producción, les sostiene la imagen corporativa y, todo ello, sin perder de vista la responsabilidad social que lleva adosada.

Mucho de todo esto también saben los Hermanos de La Salle que dedican gran parte de su saber y entender a mostrar a sus alumnos, en sus escuelas de formación profesional, los mejores caminos para prosperar en su vida, que es algo más que progresar, es tener éxito, ser bueno en lo que se hace. Lo hicieron al regentar las Escuelas de Aprendices de empresas públicas como La Empresa Nacional Bazán de Construcciones Navales Militares, hoy Navantia, para ayudar a muchas familias a dar una salida profesional a sus miembros.

A diferencia de las bondades que representan estas escuelas, a las que incluso acuden algunos titulados universitarios para recibir formación en lo que realmente les gusta, están esas otras donde se llevan a cabo en forma de

seminarios, campamentos o jornadas un adoctrinamiento partidista. Me refiero aquí a las juventudes de los Partidos Políticos, esas organizaciones subordinadas a una ideología política que me recuerdan mucho a aquel Frente de Juventudes que en los años sesenta se desvaneció en el seno de otras formaciones de voluntariado cuando la sociedad empezó a incorporar la libertad de pensamiento y de opinión como derechos fundamentales.

En el retorno al pasado en que viven algunos dirigentes políticos, reverdece la idea de avivar a las Juventudes Comunistas bajo el camuflaje, esta vez de Rebeldía. Pero ya se sabe que los cambios de etiqueta y logotipo gustan a los comunistas, porque además de proporcionar buenos beneficios económicos les hace parecer modernos. Por eso nada tiene de extraño que se cree un nuevo frente de juventudes para el adoctrinamiento de sus aprendices para imbuirles todo lo contrario de lo que permitió la legalización del partido comunista en la Transición: aceptar la monarquía parlamentaria como sistema político, y la bandera de España como símbolo de la unidad de la nación española.

En el fondo, parece que de eso se trata, imponer como en el pasado un sistema de formación política a imagen y semejanza del existente durante la mitad del siglo XX, pero con otros fines. Unos objetivos que mucho tienen que ver con usurpar la función de la familia como centro primario para la educación de los menores de edad, encerrar la libertad personal en una jaula asamblearia, imponer al grupo el pensamiento único excluyente como fuente del conocimiento, reducir a la nada la posibilidad de expresar una opinión distinta a la impuesta y desterrar la unidad nacional en el desierto de una ficticia internacionalidad.

Ya se ve que los buenos resultados de las Escuelas de Aprendices hicieron que las empresas optasen por mantenerlas para así alimentarse de excelentes profesionales a lo largo de los años. De igual manera, se atisban los perniciosos efectos para esos jóvenes que, antes de pensar en el servicio público que es la política, se obnubilan en esas juventudes de partido con el poder.

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