El callejón del gato

Ahora el edificio de Correos

Nunca pensé que las oficinas de Correos, situadas en el corazón de la ciudad, fueran un estorbo

Ahora le toca al edificio de Correos, que lleva años durmiendo en los laureles y no se sabe que destino le espera. Primero fue el Hospital Provincial, que lo desmantelaron y está esperando, dicen, que lo conviertan en un museo. ¿Otro? Ya tenemos el Museo de Arte y el museo de Doña Paquita. ¿Tantos cuadros tiene almacenados el Ayuntamiento que necesita otro espacio de las dimensiones del Hospital para colocarlos? Después fueron las dos estaciones. La de Autobuses, que sigue en pie gracias a que fue catalogada a tiempo, se convirtió en un supermercado, y la del Ferrocarril, el día que finalicen las obras de restauración, no se sabe el futuro que le espera. Lo de convertirla en un contenedor cultural, como he oído, no llego a entender lo que significa. Por el momento el Pingurucho de los Coloraos permanece en pie gracias a los recursos presentados para evitar su derribo, que hasta los ficus de la plaza vieja se quieren llevar por delante. Y, como digo, ahora le toca al edificio de Correos. Cuando supe que la oficina central de Correos había sido trasladada a la calle de San Juna Bosco, no le di mayor importancia al cambio de ubicación porque no se me ocurrió pensar, ni por asomo, que el traslado fuera definitivo, sino que se habían habilitado provisionalmente unas instalaciones, porque el edificio precisaba algunas reformas. Nunca pensé que las oficinas de Correos, situadas en el corazón de la ciudad, fueran un estorbo y había que hacerlas desaparecer. Ahora el edificio está en manos del Ayuntamiento y quiere convertirlo en algo que alivie la situación del deterioro galopante que está sufriendo el centro. La intención es buena pero el problema es que no se sabe cómo dar con la tecla. En cuanto al edificio parece ser que está afectado de aluminosis y la intención del Ayuntamiento es su demolición, aunque en el colegio de arquitectos han aparecido voces que defienden su conservación. Se ha abierto un debate sobre su derribo o su permanencia. Y en cuanto a su uso, hay opiniones para todos los gustos, algo a lo que ya estamos acostumbrados cada vez que hacemos referencia a cualquiera de los edificios que dejaron de ser el centro adecuado para las funciones que motivaron su construcción. Entre otras aplicaciones suele aparecer la Universidad y, como no, lo del contenedor cultural siempre sale a reducir como si se tratara de un comodín sin identidad propia, pero dispuesto para cualquier actividad que se presente.

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