El caer no ha de quitar la gloria del haber subido", dejó dicho Calderón de la Barca y estupenda frase para recordar cuando vuelvo la mirada hacía la historia más reciente de nuestra política; una historia llena de caídas y de casos de reyes y reinas ante su espejo. Rivera, Iglesias, Casado, Arrimadas, Olona; todos casos que se podían antojar como agua en sequía y que hoy están fuera, que han perdido sus fastuosas vestimentas, que han caído. Y puede que sea cosa de esta época: de su velocidad, de su inconsistencia y de sus maneras desconcertantes. O puede que sea una muestra de la victoria del individualismo sobre lo comunitario. O quizás sea el puro reflejo de lo que hoy significa el compromiso y la lealtad, o una mezcla de todo lo anterior. Pero la realidad es que la política española de la última década no ha parado de presenciar proyectos tan vacíos de coherencia y compromiso como llenos de populismo y/o ego y, a su caída, hemos ido recibiendo, como sociedad, algo que, antes o después, dificulta la gobernabilidad y afecta a la calidad de la democracia del país que se precie: la pérdida de ilusión, esperanza, confianza e interés en y por la política en muchos ciudadanos. Y, como guinda al pastel, en algunos de estos casos, los caídos se apostan en el papel de perro del hortelano, que no come ni deja comer.

Tenemos, por ejemplo, a Pablo Iglesias, todo un señor ex vicepresidente de este país, que hoy es un obstáculo para la unión de la izquierda más a la izquierda y critica duramente a aquello a lo que no respeta o no le baila el agua. Para muestra, afirmaciones como "con cinco tías como Isa Serra a caballo veríamos correr como gallinas a toda la Policía Municipal de Madrid. No les serviría además de nada. Isa me traería las cabelleras de todos ellos y Echenique y yo las quemaríamos en una hoguera con Arnaldo Otegui en Arralde" o "¿Quién piensa que le puede ir bien a una candidatura de izquierdas en las generales si a Podemos le va mal en las elecciones municipales y autonómicas? Hay que ser estúpido", en evidente alusión a Yolanda Díaz. O a Macarena Olona, que ante un resultado que la dejó sin asiento en el Gobierno de Andalucía abandonó esta maravillosa tierra como si hubiera visto un fantasma; el de la desnudez, imagino. Qué Andalucía era su ilusión, su proyecto y su tarea decía para ganarse nuestros votos, y hoy recorre tierras patrias y extranjeras proyectando un nuevo episodio para su carrera política y en público enfrentamiento con la mano que le hizo subir. Y sí, serán los tiempos que nos han tocado vivir, pero aún podemos resistirnos a que se olvide con facilidad lo que siempre debe estar presente: que todos, absolutamente todos, somos reyes y reinas desnudos y que nos mantenemos gracias a los demás.

"El verdadero valor de un hombre se determina examinando en qué medida y en qué sentido ha logrado liberarse del yo." (Albert Einstein).

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