Hay tres días al año en que no se publican los periódicos diarios: uno es el Sábado Santo, otro el día de Navidad y un tercero el día de Año Nuevo, lo que significa que las redacciones y los talleres donde las rotativas para imprimirlos permanecen cerrados en las jornadas de Viernes Santo, Nochebuena y Nochevieja. En plena polémica sobre el futuro de la prensa de papel, con su rivalidad en la presa digital, serán muchos los lectores que necesitan algo más que una pantalla luminosa poblada de letras como hormigas para enterarnos de lo que pasa, y eso tres días en que la mayoría de los kioscos de prensa (encima que apenas quedan ya, y sobre todo por el Paseo y su entorno) permanecen sin actividad, experimentan, creo yo, un cierto síndrome de abstinencia ya desde la hora temprana del desayuno. Esos días aciagos, buscando entre el montón de papeles y revistas, no hay nada más viejo que el periódico del día anterior. Al lector de prensa, de verdad, ya no le interesa. El de ayer ya es antiguo. Cataluña, siempre queriendo ser diferenciadora, intentó en su momento hace años, romper con el cambio de fechas, quizás por su obsesión por ser singulares. Como es lógico no prospero la errónea iniciativa.

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