Don Adolfo

Don Adolfo es un señor que hace yoga y Adolfo Domínguez es una empresa que hace aguas

Don Adolfo bebe Don Opas era un anuncio de la transición. Don Adolfo Domínguez seguro que no bebe nada. Agua, todo lo más. Adolfo Domínguez es una marca, pero también es un señor. Un señor delgado y enjuto con barba de un día, o mal afeitada, quién sabe los secretos de su barba. Su aspecto en los periódicos dista del estilo que predica o predicaba. Predicaba. Ahora predica otras cosas. Dice que hace yoga al menos una hora al día. Es por esto que debe estar tan delgado. Pero el yoga no lo hace en un tatami ad hoc sino en un monte. Porque él vive en la montaña, en el campo, en lo verde. Y ahí que va a su monte, llueva o haga sol, sea la hora que sea y hace una hora de yoga. A lo mejor se despierta a las tres de la mañana y allí que se va a su monte a hacer yoga. Aunque llueva, vamos, lo más normal del mundo, levantarse a las tres de la madrugada e irse a un monte a hacer yoga aunque llueva. También ha escrito una novela que se llama Juan Griego. Ya verás, la van a confundir con Juan Perro y esas cosas. No sé de que va la novela pero Don Adolfo nos ha contado su vida y su yoga, su forma de ver la vida, como un asceta excéntrico alejado del mundo material. Pero Don Adolfo Domínguez ya no es Adolfo Domínguez, ya son entes disociados. Don Adolfo es un señor que hace yoga y Adolfo Domínguez es una empresa que hace aguas. Él ya no la pilota, lo hacen sus hijas. Le ha colgado el marrón a sus vástagas para que ellas se entiendan con balances, pérdidas y porcentajes. Él va, dice algo, hace una observación aquí, otra allá, nota como el mundo material se le echa encima y se va a hacer yoga. Adolfo Domínguez entre marca de lujo y trapos de baratillo navega en el mar proceloso del mundo textil donde un señor que no hace yoga y nadie sabe lo que hace devora todo lo que no sea alta pero que muy alta costura. Y para más inri está gordo y nada de dejar hacer balances a la vástaga que va por ahí de jinete. Lo suyo es tentar a la masa para que no entre en una tienda de Adolfo Domínguez ni por equivocación sino que entre a la tienda que entre, seguro que es suya. Juan Perro, perdón, Juan Griego es su novela porque a todo el mundo, sea cocinero o fraile, siempre le da por escribir una novela. No la he leído, vamos, es que ni la he comprado y por eso no les puedo decir. Sólo sé que yo comprendo a Don Adolfo y sobre todo que no beba Don Opas. Teniendo el yoga, quién quiere el vino.

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