Feria, fiestas y saraos

Cuando finalicen, desde los atriles capitulares, la diversidad política litigante manifestará sentimientos contrariados

Estimados lectores, nos encontramos a lunes, no de resaca, de la feria y fiestas del Mediterráneo almeriense en honor a la Virgen del Mar, días de encuentro familiar, amistades y autoridades institucionales, que se acercan a la indaliana capital para convivir unas horas de asueto fraternal con sentires de olvido del día a día, que para muchas gentes a pie de calle siguen siendo nada halagüeñas, a pesar de que en estas fechas pasamos de entre bastidores y alzada copa sobre la actual realidad que nos acontece en nuestro entorno e, incluso, más allá del mismo, en donde se reflejan, sin ser fake news, un pánico en los mercados ante la situación económica mundial, comenzando a notarse la ralentización de la economía.

Estamos de lleno en esta semana sin igual en el calendario de la ciudad, en donde convergen todos los ciudadanos y transeúntes que nos visitan expresamente a poder participar de forma activa o pasiva en las actividades y actos organizados por el equipo de gobierno del Ayuntamiento dirigido por el sociable alcalde, en aras a ofrecer a la ciudadanía y vecinos lo propio de estos días en cualquier ciudad, que se viste de gala para vivir con intensidad lo ofertado a nivel gubernamental: gastronomía, música, cultura para todos los gustos, religiosidad popular, cabalgatas, etcétera.

Cuando finalicen, desde los atriles capitulares, la diversidad política comunal litigante, manifestará en mayor o menor medida, salvo los organizadores que habrán arrimado el hombro con pasión, sentimientos contrariados.

Es lo habitual todos los años, unos, atendiendo a las circunstancias, han estado sobresaliente "cum laude", y otros, que ha sido la peor feria del presente histórico de los últimos 80 años, entre democracia y dictadura.

La ciudad está después de la feria muy maltrecha ante el número de visitantes, que han lacerado con o sin intención una losa de mármol blanco situada en la planicie catedralicia, los cohetes sonaban como roncas salvas ruidosas, los gratuitos abanicos se estropeaban ante tanto "meneo" para paliar el húmedo calor corporal y un largo etcétera de desajustes y disociaciones, que al leer o escuchar pensaremos que nos están hablando de otra feria y fiestas, en vez de llevarnos un metafórico buen sabor de boca, se nos agriará la tráquea con tantas desdichas vistas o no vistas para comenzar con tremebunda dialéctica municipal un caliente otoño.

Paz y Bien.

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