Mirando al mar

En verano será un pueblo infestado de langostas y grillos veraniegos todos haciendo cola y rechinando

En los efluvios calmos de los domingos breves aparece el descanso como un día de vacaciones intenso. Los mortales insatisfechos necesitan más y más y más días de vacaciones, más puentes, más festivos, más fines de semana para achicharrarse en el tedio y como una adicción recorren los veranos tórridos plagados de semejantes que rechinan como grillos o saltamontes todos juntos en el menor espacio posible. Las barracas de destrucción del mundo agolpan infinidad de turistas del fin de semana y vacación pero en el verdadero mar de la tranquilidad de un domingo de descanso, un verdadero domingo de descanso, un oasis en todos los domingos de trabajo, te desvías de la ruta prevista y encuentras un bar silencioso en un pequeño pueblo que parece un pueblo de pescadores en invierno pero en verano será un pueblo infestado de langostas y grillos veraniegos todos haciendo cola y rechinando. En invierno, un domingo temprano, es un solitario pueblo de pescadores con un bar amplio donde tomar un café junto al mar. Los plásticos que cierran la estancia redoblan con el escaso viento y todas las mesas están a tu disposición, los periódicos están a tu disposición, hay muy poca gente, se puede leer el periódico tranquilamente, tranquilamente pueden pasar las horas, puedes hacer el crucigrama, resolver el problema de ajedrez, mirar la programación de la tele aunque ya no tiene ningún sentido saber a que hora echan la película, leer la prensa local, anotar en una libreta que hay una exposición de cuadros sobre Beethoven, que hay una serie que va de mafiosos que estafan a McDonalds para ganar millones de dólares con un juego de etiquetas que ha inventado la marca, puedes pensar, puedes volver a hojear la prensa y leer todos los artículos tan aburridos, tan silenciosos. Te das cuenta de que el bar tiene mesas que están en una terraza que linda con el mar, pero que un mínimo viento o sol destrozará el instante perfecto. Subes una pequeña montaña como un alpinista minúsculo, te das cuenta de que hay pequeñas flores y quieres fotografiarlas todas, y conocerlas todas. Bajas el risco, subes el sendero, te das cuenta de que sólo hay un pequeño supermercado, de que otros antes que tú han descubierto el paraíso. Pero te vas y no vas a contar a nadie donde está todo eso, que es real, no es imaginado. Búsquenlo ustedes mismos, compren guías de viaje, abarroten la mediocridad lejos del paraíso.

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