Neutralizar la verdad

Estamos viviendo un vacío de Dios, en la política, en los comportamientos, en las relaciones humanas...Si la Junta quisiera de verdad establecer más progresividad en sus impuestos solo tendría que bajar la cuota autonómica del IRPF

Hoy lunes otoñal, mes del Santo Rosario, es tal el número de acontecimientos mediáticos que nos rodean y nos afectan, unos directamente y otros de forma soslayada, que se hace complicado y hasta estresante, hilvanar una opinión concreta o miscelánea acerca de algunos de los que puedan resultar o no llamativos para la sociedad civil, que tengan repercusión a pie de calle, en sus vidas y en su bienestar social, tanto material como espiritual.

Dejando el cansino sábado más caro de la historia de la factura de la luz, los mensajes que se lanzan a las gentes desde las máximas instancias de la gobernanza y la gestión pública están teniendo una influencia directamente en los valores, de tal forma, que sabe la clase política electa o no, que, destruidos los valores, poco queda de humanidad.

Esto se está constatando en las leyes que se están aprobando con las mayorías pactadas, exentas en gran parte de su articulado de la sabiduría y la madurez de una sociedad democrática, neutralizando las mismas como fuerza cortante y penetrante la verdad y produciendo un embotamiento en las mentes de la ciudadanía para que no las perciban en su operatividad y dejen al descubierto su conducta reprobable.

Estamos viviendo un vacío de Dios, en la política, en los comportamientos, en las relaciones humanas. Algunos no quieren oír la voz de Dios, ni en sus oídos ni en sus conciencias, con el pretexto de que vivimos en una sociedad secularizada, pero esto no es lo peor. Además, emplean todos los medios de su poder e influencia para que no la oigan los otros, ignorándola, acallándola, desviándola o desfigurándola, incluso, manipulándola. El procedimiento más socorrido a nivel mediático es utilizar la táctica de desprestigiarla. Menos mal, que al menos, cuando más lo esperábamos y necesitábamos, el catolicismo está recuperando el Evangelio de la vida con la piedad o religiosidad popular.

En fin, el arte de mentir, el arte de engañar, el arte de embaucar, les viene muy bien a quienes prefieren que el pueblo viva engañado con la idolatría, familiarizado con la injusticia, para seguir haciendo sus negocios estos falsos profetas, fariseos del siglo XXI, a costa de neutralizar la palabra de la verdad con quiméricas seguridades, que ponen de manifiesto las sorprendentes contradicciones del ejercicio retórico estéril y la trágica negación de los derechos de la persona, deteriorando la convivencia por motivos electoralistas. Paz y Bien

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