Ante la sed, Pan de vida

Que la alegría del Señor resucitado sea nuestra fortaleza, porque Él solo es el camino de ser seguido

Hoy, Lunes de Pascua tras el Domingo de Resurrección. Desde una visión de humildad cofrade toca analizar desde el interior del alma, sí realmente durante esta Cuaresma y Semana Santa, atípica con motivo de las medidas restrictivas con ocasión de la pandemia sanitaria, Él, el Pan de Vida, ha crecido y hemos saciado nuestra sed de Dios siendo fieles a la pasión de Cristo, que ha sido revivida en los templos en toda su realidad ante tanto sufrimiento, soledad e incomprensión.

Los medios de comunicación y las redes sociales han recogido de forma fehaciente, notoria y pública todos los actos piadosos, litúrgicos o no, que se han llevado a cabo en estos pasados días, y nadie podrá cuestionar que se ha arrimado el hombro con auténtica pasión por quienes tienen la obligación moral de hacer visible a la continuidad la tradición religiosa católica más genuina a pie de calle, pero teniendo en cuenta las palabras de san Juan Bautista: Es preciso que Él crezca y que yo disminuya.

Esta afirmación evangélica es la inspiración y la aspiración del catolicismo popular, ya que toda la atención ha debido centrarse en Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, y no en sus instrumentos de apostolado como son nuestras congregaciones penitenciales, reconocidas canónicamente por los obispos diocesanos. Si así ha sido, la comunidad cofrade habrá obtenido un crecimiento espiritual en este tiempo duro y triste de lucha por la fe en ese Cristo vivo en la Eucaristía.

Desde la distancia actual del staff cofrade, desde ese cansancio sensorial terrenal que dan los años y avatares espirituales, y desde un profundo deseo de anhelar a Dios por ser Él la única luz al final del túnel, nuestras Hermandades y Cofradías con la dirección espiritual de sus santos sacerdotes han participado en la vida de la Iglesia, en sus sedes canónicas, dando a toda la sociedad civil, a toda la comunidad de fieles que nos ha contemplado, otra prueba fraternal más, que Cristo es el mismo ayer, hoy y mañana.

Que la alegría del Señor resucitado sea nuestra fortaleza, porque Él solo es el camino de ser seguido, la vida de ser vivida y el amor de ser amado. Sean felices cofrades y no cofrades pues hemos compartido la Pasión de Cristo ante la realidad del sufrimiento humano, sosteniendo la luz de la fe siempre ardiendo, porque solo ante la sed, la confianza amorosa en el Pan de Vida es el único aliento que nos lleva a la esperanzadora plenitud de Dios. Paz y Bien.

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