Septiembre, Cruz de Guía

Aunque con la generosidad del cielo, siguen estando nuestras calles demasiadamente solitarias y desiertas

Tras el Domingo XXIV del tiempo ordinario litúrgico, esta tierra de la autenticidad de la luz del mediterráneo, en este vetusto e indaliano rincón de España de los valores inmarcesibles, con este don radiante y gozoso, la negación del ser, la destrucción, la nada ante estas circunstancias tan dramáticas derivadas de la pandemia sanitaria de la Covid- 19, las cofradías y hermandades de penitencia, sacramentales y de gloria incardinadas en la diocesana Agrupación de Cofradías, no solo en Almería capital, sino en toda nuestra Patria, han demostrado en este tiempo de tribulaciones sociales su vitalidad a través de acciones piadosas y de caridad, que han brotado de sus cofrades en el cumplimiento de sus Reglas en concordancia con la comunión eclesial.

Sea de forma presencial, cumpliendo con las exigencias gubernamentales de carácter civil, o mediante Internet, las efemérides litúrgicas que se han celebrado, especialmente las de la Virgen del Mar, Patrona Coronada y Alcaldesa perpetua, a pesar de las dificultades de carácter cívico-sanitario para evitar propagar contagios, han sido todo un respaldo espiritual a la voz de la verdad, contenida en los Evangelios, y decimos que nada es comparable a la perfección de Cristo, cuya doctrina es faro y esperanza de la actual humanidad doliente.

Sin poder olvidarme de los actos llevados a cabo en honor a la Virgen del Carmen Coronada de las Huertas, así como, igual tradición carmelita en los barrios de nuestra querida Pescadería-La Chanca, El Zapillo y El Alquián, el mes de septiembre está llamado a ser, tras la Cuaresma y la Semana Santa, el mes de gran movimiento cofrade penitencial con las efemérides de la Natividad de la Virgen María, el Dulce Nombre de María Santísima, la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y de la Virgen de los Dolores, como si fuesen un preludio al advenimiento primaveral para escuchar el agudo lamento del clarín o el redoble del tambor ante Dios a la intemperie.

Aunque con la generosidad del cielo, siguen estando nuestras calles demasiadamente solitarias y desiertas donde resuenan nuestros pasos cansinos, intentando reparar el llanto de tanto drama humano, concluyo recordando, como supremo consuelo del cristiano, a que en la hora de nuestra muerte podamos escuchar a través de un sacerdote las sublimes y eternas palabras de Jesucristo en la Cruz del Calvario: "en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso". Paz y Bien.

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