Metafóricamente hablando

No apto para corazones destemplados

No soy experta en Lengua Española, ni pretendo hacer una crítica literaria, solo tengo un corazón sensible, al que le me gusta deleitarse con la lectura de obras que lo hagan vibrar

Leyendo a Gonzalo Alcoba, siento que es una persona única e inimitable, alguien podrá decir, que igual que todo el mundo: tod@s somos unic@os. Pero no, la dualidad que concurre en él: único e inimitable, hace que sea una excepción. Le conocí antes de saber que escribía, y antes de que él intuyese siquiera los grandes amores que hoy inspiran su obra y su vida. Era joven, de mirada sincera y buen conversador, pero aún albergaba dentro de sí un gran secreto: es un formidable escritor. No voy a hacer una crítica literaria, Dios me libre de semejante pretensión, solo compartiré las emociones que me ha suscitado su escritura, tanto en prosa, como en verso. El arte, como todos sabemos solo pertenece a su autor mientras no hace pública su obra, porque una vez que eso ocurre, ya no le pertenece. Cuando cae en nuestras manos un libro, comienza una nueva vida a través del alma del lector, todos leerán un mismo texto, pero sentirán diversas emociones, incluso contrapuestas, podrán causar sorpresa, tristeza, ira o dolor, pero a nadie dejará indiferente. Cuando leí el primer escrito, que me envió su padre con la amabilidad que le caracteriza (un relato corto que narra una historia trágica, ocurrida en un tiempo lejano, en la tierra de sus ancestros), ya sentí que su escritura no me iba a dejar indiferente, pero no adiviné cuánto. Posteriormente publicó un libro de cuentos o relatos cortos. Para mí, que los cuentos se remontan a aquellas inocentes narraciones que discurrían en un mundo imaginario, y comenzaban con el consabido “erase que se era”, esos relatos jamás los denominaría cuentos. Debo confesar que me conmovieron: aquel hombre grande, de ojos bondadosos y extremadamente educado, tenía “garra”. Si le hubiese preguntado con qué los había escrito, no me habría sorprendido lo más mínimo que contestase que lo hacía con una pluma de faisán y tinta de calamar, o bien, con la vieja Olivetti en la que su padre escribía sus escritos jurídicos, con dos folios de “El galgo” y papel carbón en medio, aquella que cuando uno se equivocaba, para no desperdiciar papel, se corregía poniendo: “Al Juzgado de 1º Instancia, digo, de Instrucción”. Pero no, ni se me ha ocurrido hacerle esa pregunta, en cuanto leí su obra, sabía perfectamente que la había escrito con el corazón. No pude hacerle la presentación a dúo con nuestro común amigo, Celso Ortiz, por aquellas cosas de la técnica: una llamada perdida, un teléfono en silencio, en fin esas cosas de ahora, que de un lado nos abren al mundo, y de otro nos cierran a cal y canto en nuestra intimidad. Poco después asistí a la lectura de sus poemas en un acto público, que como primicia nos desveló que también se atreve con la poesía. Después de escuchar en su propia voz algunos de los poemas que había escrito, no dudé en comprar el libro, que no tardé en leer desde la primera a la última página en una cálida mañana de septiembre, ese mes mágico que ahora he descubierto que compartimos los dos. Aborrezco la adulación dirigida a caer bien al agraciado, solo me complace compartir aquello que me conmueve, lo que me ha hecho sentir profundas emociones, conozca o no al autor o autora, le sea yo simpática o cambie de acera cuando me ve, la obra trasciende a su autor, pero tengo la convicción moral de que nadie puede escribir historias, cuentos o poemas con tanta fuerza como lo hace Gonzalo Alcoba, si no lo hace desde lo más recóndito de su corazón. Si sus relatos tratan de vidas convulsas, personajes traspasados por el dolor, sentimientos intensos, historias hechas de jirones de vidas ajenas que han conmovido al escritor, no lo son menos sus poemas. Su obra lírica está tejida de sentimientos profundos, emociones fuertes, amor vivo y unas increíbles dosis de sensaciones que trascienden más allá de la mera técnica poética, y que el lector puede sentirlos como propios. No soy experta en Lengua Española, ni pretendo hacer una crítica literaria, solo tengo un corazón sensible, al que le me gusta deleitarse con la lectura de obras que lo hagan vibrar, no recomiendo su lectura a corazones destemplados.

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