Más difícil todavía

Los partidos constitucionalistas deben abandonar el cainismo si no quieren acabar deslegitimados

Poca duda cabe de que las dos noticias relativas a los líderes independentistas que nos llegaron el jueves han venido a enturbiar, aún más, nuestra vida pública, en especial, la que nos ha dado el Tribunal de Justicia de la UE: Que Oriol Junqueras es miembro del Parlamento Europeo, que goza de la inmunidad correspondiente a tal condición y que "esta inmunidad implica el levantamiento de la medida de prisión provisional impuesta, al objeto de permitir al interesado desplazarse al Parlamento Europeo y cumplir allí las formalidades requeridas". Y lo van a hacer tanto a nivel judicial, pues este pronunciamiento, al meter en escena una inmunidad que no depende del Derecho ni las decisiones patrias, acaba de poner a nuestro Poder Judicial ante una situación tan delicada como desconocida e imprevisible, como, y sobre todo, a nivel político y social pues, cuando se sobrepasa el punto que permite parar un desafío condenado al fracaso sin que nadie se sienta traicionado, interesa más sumar mártires a la causa que ganar juicios, y los líderes del procés saben que ese punto lo dejaron atrás hace mucho tiempo.

Como poca duda cabe de que, en nuestra vida pública, lo inesperado, lo extraordinario y lo paralizante, valiéndose de ese enturbiamiento, han ganado la batalla a sus contrarios. Y es por todo esto por lo que, aunque sería estupendo saber cuantos impulsos hemos necesitado para llegar hasta este inmanejable, grotesco e improductivo momento político y si el pecado original ha estado en los acuerdos de la Transición, en nuestro dibujo territorial, en el sistema electoral o en el de elección del Presidente del Gobierno, en la relación histórica con los partidos nacionalistas vascos y catalanes, en la gestión de la educación, de las pensiones, de la deuda nacional o de la tremenda crisis de vivimos hace una década, en la respuesta del PP, del PSOE o de ambos ante la consolidación del multipartidismo, en la manera de afrontar el desafío del proces, en la legitimación del veto personal y de la negativa a la negociación o en la existencia de demasiados políticos indignos a lo largo de estos 40 años de Democracia, estar ahora mismo a la tarea de señalar las culpas ajenas resulta lo más corrosivo para esta sociedad. Por eso los partidos políticos constitucionalistas deben abandonar el cainismo si no quieren acabar deslegitimados pues, llegado el caso, un partido político sólo puede reivindicarse ante los ciudadanos cuando está por, y para, su país y, ahora, guste o no, estar por, y para, España es ofrecerle a este país opciones con las que pueda abandonar, cuanto antes, este periodo de inestabilidad que le hace estar parado mientras el resto del mundo se mueve. Hagámosle caso a uno de nuestros grandes filósofos y escritores y "procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado" (Miguel de Unamuno)

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