No nos equivocaremos

Y nos equivocaremos si creemos que esto es una crisis sanitaria y lo que está llegando es una crisis económica

Miremos hacia donde miremos, se ve desconfianza. Miremos hacia donde miremos parece como si el desconcierto que ahora sentimos era lo que nos faltaba para desconfiar de todo y de todos, y quizás fuera así, porque esta tierra ya estaba sembrada de desconfianza y distancia: Según datos del CIS, con la crisis de 2008, la política y los políticos fueran escalando posiciones en la lista de los, considerados, grandes problemas de España hasta alcanzar su actual segunda posición. Y es que, mucho de cuanto vimos, y supimos, a raíz de aquella crisis generó, justificadamente, una gran desconfianza hacia lo político ante la que, aún, nada ha tenido entidad suficiente para invertir esa tendencia al alza. El movimiento independentista catalán, por su parte, nos acababa de mostrar su lado más extremo y, con él, había llegado la ruptura del entendimiento, la cárcel para sus dirigentes y la violencia en las calles. Y, como en tantas democracias, los pesares e injusticias pasadas y los miedos más primarios ya se paseaban, de la mano de los populismos, por todos los rincones de nuestra vida pública. En nuestro caso, lo que había vuelto era el recuerdo de la España del odio y los bandos y, con él, las distancias ideológicas comenzaban a funcionar como distancias vitales. Pero, sintiéramos lo que sintiéramos, la historia nos acaba de poner ante un desafío absolutamente desconocido que nos trae un sinfín de nuevas posibilidades de equivocarnos en cada paso que demos: Y nos equivocaremos si pensamos que esto es, tan solo, una crisis sanitaria y que lo que está llegando va a ser una crisis económica más. Y nos equivocaremos si pensamos que lo que tenemos enfrente no es una crisis política mundial y que los sistemas democráticos no peligran. Y nos equivocaremos si confiamos en que la América de Trump está diseñando su estrategia de lucha pensando en el bienestar de Occidente, o en que China y Rusia no van a aprovechar, cuanto puedan, esta situación para ganar la batalla por la hegemonía mundial que se estaba librando. Y nos equivocaremos si creemos que nos podemos permitir que la UE desaparezca o que, para EE.UU, Rusia o China, somos algo más que una buena localización geoestratégica. Y nos equivocaremos si olvidamos que los únicos derechos con los que venimos a este mundo son el derecho a conquistar derechos y el derecho a defender los ya conquistados, o que la historia nos ha enseñado que nada impide que lo que se tiene hoy, mañana se pierda. Y nos equivocaremos si no vemos que esto no es un reto sólo para los políticos sino un reto para todos y cada uno de los que estamos y de los que están por venir. Vamos hacia una gran batalla y nuestra mejor arma la encontraremos abandonando todo condicionamiento pasado y mirándonos con la confianza que da mirar a alguien por primera vez y sentir que ya hemos librado, y ganado, mil batallas juntos.

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