A la historia no le ha podido sorprender

Y ahora, llegan las grandes preguntas: ¿Aguantará la UE este tremendo desgarro?

Al final ha ocurrido y ha sido de la mano de una de las figuras más extrañas de la política internacional: Boris Johnson, un aristócrata excéntrico y de gran viveza que se formó en Oxford; un periodista poco riguroso que intuyó, rápidamente, que en el escándalo estaba el gran mercado; un político de estupenda intuición populista, polémicas frases y recurrentes salidas de tono.

Y así, sorprendiendo a propios y extraños, y llenando de incertidumbre muchas vidas, Reino Unido abandona la UE y le regala al 2020 el privilegio de haber dado a la historia de nuestro continente, y de la geopolítica, uno de los grandes episodios de la tensa relación que ha existido entre el Reino Unido y la UE desde los primeros pasos de esta y de la peculiar visión que, como consecuencia de su carácter insular, del hecho de haber sido un poderosísimo imperio y de su especial relación con EE.UU, siempre ha tenido el pueblo británico sobre su pertenencia a Europa; Ejemplos de ello nos lo dieron Churchill al defender una unidad europea con una Inglaterra "vinculada pero no comprometida", una Inglaterra parte de unos "Estados Unidos de Europa" en los que pudieran mantener su singularidad social y política, o Thatcher cuando dijo esto: "A lo largo de mi vida, todos nuestros problemas han venido de la Europa continental, y todas las soluciones han venido de las naciones anglohablantes a lo largo y ancho del mundo".

Y ahora, llegan las grandes preguntas: ¿Aguantará la U.E este tremendo desgarro? Imposible de saber a esta fecha pero de lo que no hay duda es de que la UE se enfrenta a muchos retos que, en el necesario periodo de replanteamiento que ahora se abre, van a tener capacidad para actuar tanto de pegamento como de disolvente: Así, tenemos la falta de homogeneidad económica existente entre los Estados miembros, basta poner a Alemania y Francia frente a Malta y Rumania, y sus disparidades políticas, sociales, legales y de problemas internos; el, lógico, desapego de los ciudadanos con la UE, fruto, sin duda, de la, voluntaria o no, pésima labor de acercamiento a la ciudadanía por parte de sus instituciones; el creciente euroescepticismo y la reseñable eurofobia; la inexistencia de estrategias comunitarias en aspectos tan relevantes como la inmigración y las crisis humanitarias; la tacha del fallido rescate al pueblo griego que, a día de hoy, tiene un país con una deuda del 180% de su PIB y, ya fuera de sus fronteras, la batalla que se está librando ahora mismo por la hegemonía mundial, la carrera por el 5G y el 6G y las energias renovables, el apremio del cambio climático o su necesidad de mantener una fructífera relación con el estado que la abandona.

¿Y habrá acertado Reino Unido abandonando el barco (y haciéndolo con Boris Johnson al mando)? Puede, como puede que Europa ya solo sea el viejo recuerdo de una gran vida.

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