Rodalquilar es una de las localidades almerienses que ocupa un lugar especial en nuestra memoria desde que a mediados del siglo pasado destacó por la minería del oro. Cuando volvemos a visitarla, a través de la carretera de los Escullos, nos invade una sensación desoladora cuando contemplamos el abandono y el deterioro de las “casas nuevas” de los mineros o, allá en el monte, el perfil semidestruido de la casa de cribas, fragmentos del pasado que como fantasmas de otra época languidecen condenados a desaparecer si nadie lo remedia.

Sin embargo, según nos vamos adentrando a su pequeño núcleo urbano aparece la típica y actualizada pedanía de Cabo de Gata con sus casas encaladas rematadas por los tradicionales terraos, urbanizada a ambos lados del barranco y, por fín, encontramos el jardín del Albardinal y su vivero anexo. La visita al jardín nos traslada a la esencia de la flora del Cabo, un espacio singular donde se conserva y divulga otro tipo de oro, el oro verde de la biodiversidad vegetal de una de las comarcas más singulares de España y donde no faltan los guiños al uso tradicional del terreno y de las especies. El jardín presenta una planificación muy bien estructurada en torno a las especies y comunidades más notables del Parque Natural, donde se pueden observar desde los típicos arenales marítimos con azucenas, cebollas albarranas y amapolas marinas; albardinales y espartales muy bien adaptados a los campos yelmos de Almería; matorrales de alhucemas o de salaos; arbustos espinosos de los singulares artos como los azufaifos o el espino cambrón; setos del ciprés de Cartagena que muestran la utilidad de esta ancestral especie; recuperación de frutales propios de las huertas de la zona, etc. Sin olvidar los endemismos, las joyas de la corona, desde los más extendidos como la siempreviva hasta los más locales como la clavellina o el dragoncillo de Cabo de Gata o el recientemente descrito dragoncillo de Gádor, en pleno proceso de adaptación al jardín.

Todas estas especies vegetales son las pepitas del oro verde de nuestra biodiversidad vegetal, con un valor científico incalculable y con las que el jardín del Arbardinal, con un escaso presupuesto y una muy reducida plantilla, hace una encomiable labor de conservación y divulgación de nuestro patrimonio natural. Pero este oro verde no puede quedarse solo como parte del paisaje, que no es poco, tiene la posibilidad de ser explotado como un recurso natural que contribuya a mejorar el futuro de los habitantes del Parque y de la provincia en general. La propagación y cultivo de ciertas especies puede ser utilizada, además de como recurso para la conservación, con diversas finalidades. Este debió ser uno de los objetivos del vivero anexo al Albardinal, incomprensiblemente cerrado y casi expoliado, un recurso de gran valor para complementar la importante labor del jardín.

El uso del vivero puede ir más allá, pues son muchas las aplicaciones de nuestra flora autóctona: biomédicas, extracción de esencias, uso en jardinería, extracción de fibras que sustituyan al plástico, inspiración artística, entre otras. A través de la realización de cursos, talleres y seminarios para alumnos de formación profesional, universitarios y aficionados se podría iniciar el renacimiento del vivero. Podría convertirse en una infraestructura que fomentara nuevas enseñanzas interdisciplinarias donde a botánica y la biodiversidad vegetal sean la base para seguir desarrollando las funciones del jardín botánico.

Y para acabar vuelvo al principio de esta nota ¿Por qué no rehabilitar el vivero y las “casas nuevas” de los mineros y darles un uso de laboratorio y albergues docentes en los que los alumnos interesados en estos estudios puedan alojarse y llenar de vida el Rodalquilar del futuro? Níjar y Almería está llenas de posibilidades, no las desaprovechemos.

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